Puntualidad bajo mínimos
Los retrasos de los vuelos en el aeropuerto de Barajas llegaron a las tres horas
Nadie corría ayer hacia ninguna parte en el aeropuerto de Barajas, que presentaba un aspecto diferente al habitual debido a la huelga del personal de tierra y cabinas de vuelo. Los usuarios vivían entre el cabreo y la resignación las consecuencias del conflicto laboral. "Cuando no es la guerra del Golfo es el viento del Sur, y cuando no, una huelga en condiciones tercermundistas; que no hay quien viaje", resumía un agrónomo de 37 años.De los 219 vuelos programados ayer, 88 sufrieron retrasos medios de hora y media, tres fueron cancelados y algunos padecieron demoras de hasta tres horas. El resto (le aviones tuvo retrasos inferiores a los 15 minutos, según el parte de la dirección del aeropuerto facilitado a las 20.15 de ayer, el último del día. A esa hora aún quedaban por transitar por Barajas 119 aparatos.
Hasta los chaquetas rojas, color con el que la compañía distingue a los empleados con más don de gentes, tenían su habitual simpatía en servicios mínimos. "Señorita, llevo toda la noche sin dormir porque he llegado de Bogotá; me está pareciendo una tortura que me informen de los retrasos cada media hora, en lugar de dar la hora definitiva", decía una viajera.
Un informático valenciano de 35 años rogaba comprensión. "mire, vengo de Múnich y mi vuelo se ha cancelado. Me dicen que estoy en lista de espera en el de las diez de la noche y ya me han advertido que saldrá con tres horas de retraso. ¿Por qué no me ponen ya un autobús y me ahorro la espera?".
Un pasajero se quejaba de que, cuando había protestado una azafata le había contestado que eso le pasaba por viajar en día de huelga. Un empleado explicaba: "En la letra pequeña de billete dice que no se asegura que el vuelo salga puntual cuando haya vientos, ciclones o huelgas"
Los altavoces anunciaban un nuevo retraso por "causas operativas", y las pantallas, de vuelos reflejaban en letra pequeña los retrasos de tres horas. "Aquí te joden y encima pagas", exclamaba un catalán que llevaba 120 minutos esperando que saliera su puente aéreo, el enlace más cuidado en épocas conflictivas.
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