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Reportaje:

La 'reina' de Vallecas

"Me gusta ser la más guapa, y si hay alguna que despunta, me la cargo de un taconazo", confiesa este homosexual, curtido en el barrio mas duro de la ciudad

Francisco Peregil

Valentino Rinaldi es un maricón de los pies a la cabeza. A los 14 años un amigo le hizo el amor, y a los 15 decidió alardear de ello. Servía copas en un bar vallecano de música heayy y tuvo que repartir "hostias de caballo" hasta ganarse el respeto. Cuando apareció un día en medio del bar con pantalones de colores chillones y comenzaron a insultarle le quedaron tres alternativas: "Llorar en una esquina del mostrador como hice durante un tiempo, decirle a mis amigos que les partieran la cara a los bocazas o saltar por encima del mostrador con un palo y partirlas yo". Eligió lo último, y lo ha venido practicando hasta hace un año, que es cuando dejó de servir en el bar. Vive con su novio en el barrio de la Moncloa, pero cuando quiere ligarse "un hombre de verdad" se acerca a Vallecas; eso sí, con ninguno de sus amigos homosexuales del centro, "que hay mucho buitre en el ambiente". De Vallecas le gusta todo: "El olor a Nenuco de los chavales, sus pantalones ajustados, los cotilleos de las vecinas marujonas, que me encanta provocarlas", y la dureza con que se han forjado la gente y los cuerpos. "Aquí, si te dan algo, es porque te lo mereces, y si te lo quitan, también". Dice que no tiene el mismo sabor ni el mismo cuerpo un chico de la calle de Serrano que uno de Vallecas. "Aquí muchos se han tenido que levantar a las cuatro de la madrugada para irse con el padre, que es albañil, a ayudarle en una obra, y eso se refleja en una dureza física incluso".

Con el paso de los años ha ido perfilando un método contra los aguerridos machos que en público pretenden burlarse de él. "Cuando más gente hay, delante de todos sus amigos me encaro con el machito y le digo: '¡Cállate, so maricón!'. Se quedan tan cortados que ni contestan".

Hombrachones

De todas formas, en su barrio las sorpresas siempre andaron a la vuelta de la esquina. "Muchos hombrachones de esos con un cuerpo tremendo que cargan cajas en Mercamadrid se acuestan conmigo y tengo que decirles: '¿Pero aquí quién coño es la Heidi y quién es Conan?'. Se me ponen en un plan tan femenino que tengo que hacer de hombrachón".

Valentino prefiere lo autóctono. "Últimamente hay muchos polacos que se ponen en la Puerta del Sol a hacer chapas [prostltución masculina] por dos mil o tres mil pesetas. Son rubios, altísimos y muy católicos, pero cuando llegan a la cama no hacen nada y hay que hacérselo todo a ellos".

Su relación con los demás homosexuales del barrio nunca fue buena del todo. "Me gusta ser la más guapa, y si hay alguna que despunta, me la cargo de un taconazo y pasan a llamarle la Titanic". Le gustan los retos difíciles, los "hombres muy hombres" que van acompañados de novas maravillosas. "Una vez mantuve con una novia una mirada infinita, interminable, que duró cinco segundos. Cuando terminamos de mirarnos era evidente que estaba todo dicho, que quería bronca y que la iba a tener. Me dijo que por qué miraba a su novio, y le respondí que 'porque anoche me acosté con él y esta noche también me lo voy a tirar'. Se puso borde y tuve que saltar el mostrador y pegarle una hostia".

Cree que en Vallecas no hay inseguridad ciudadana, sino mucha envidia. "A mí nunca me han atracado aquí, y siempre he salido de noche. Sin embargo, si que he padecido la envidia de muchos tíos feos y bajitos y de muchas mujeres horrendas cuando me ven ligar".

Valentino no cree que el ídolo de su barrio sea el boxeador Poli Díaz. "Ese enano gilipollas se toma una cerveza en un bar en cualquier sitio y la gente sigue a su rollo como si no estuviera. Yo le puse una vez una cerveza y confirmé mi opinión".

"Me llaman 'la F¡ndus"

Valentino presume de fresco, "no en vano me llaman la Findus en el ambiente", y de descarado. "Cuando quiero algo lo consigo, pero para eso he tenido que sufrir mucho. Cuando le dije a mi padre, con 15 años, que yo era maricón me estuvo dando hostias todo el día. Ahora tengo 30 y la cosa no está superada con él". La madre sólo se quedó embarazada una vez, abortó y adoptó a Valentino con siete meses. "Mi madre es la persona que más quiero en este mundo, pero su marido lo más seguro es que qu lera partirme la cara cuando lea esto".

Para recordar el momento en que lo pasó realmente mal tiene que remontarse e' neo años, durante el entierro de su marido, un atracador que murió en un tiroteo con la policía. Ahora asegura que nunca quiso ni querrá a nadie como a su marido. "Es inevitable acordarme de él, como lo es mirar el mechero Dupont de oro que me regaló".

En su entierro se sintió débil. "Delante de mi madre, de la de mi marido, y delante de toda la gente, un imbécil llegó todo borracho a insultarme y a decirme maricón. Creo que me vengué quizá demasiado. Sólo digo que los hermanos no pueden entrar en ningún bar del barrio porque la gente no los mira y que el tío va ahora con muletas".

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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