La credibilidad de las bromas
Lo peor de las noticias inventadas, verosímiles, son sus consecuencias,
Los más ancianos recuerdan algunas grandes noticias inventadas en Madrid: el hundimiento del viaducto, el incendio del Museo del Prado. Los periódicos bromistas usaron la técnica de la época: fotografías retocadas. Eran las clásicas bromas del Día de los Inocentes, pero otros -inocentes- corrían al lugar del supuesto suceso, mientras protestaban, como es costumbre local, de las autoridades que habían permitido tales catástrofes. Lo mismo ha ocurrido con la muerte de Gorbachov anunciada por La 2 en Cataluña en un programa de ficción.
Pocos periódicos mantienen hoy esa tradición: algunos vetustos, algunos más ingenuos. Y suelen reducirla a algo más bien burlón, que lleva el desmentido en su propio estilo. El último 28 de diciembre, la noticia inventada fue la de que Marta Sánchez estaba embarazada de Narcís Serra, como consecuencia del viaje patriótico al Golfo.Sin querer ofender a ninguno de los dos, la verdad es que senia una noticia curiosa, risueña, pero no inverosímil, desde que, la realidad imita la ficción. ¿No se casó Miguel Boyer con Isabel Preysler, contra todo lo que parecía lógico? Y puesto que sucedió, es lógico. Y absolutamente natural, además, y hasta elogiable por lo que se supone que representa una forma de felicidad para los dos.
Lo peor es esto: que todo es verosímil, y que un invento puede tener consecuencias. La entrada de un fragmento de emisión de radio, de la 2 en la 1, en Italia, produjo la sensación el domingo pasado de que el Papa había sufrido un atentado cuando en realidad se mezclaba un programa retrospectivo con otro deportivo en directo.
Carrera teatral
No había ninguna dificultad en creerlo: este mismo suceso ha pasado otras veces, las noticias sor, ahora repetitivas, y el Papa sigue siendo un objetivo interesante desde ciertos puntos de vista.
¿Era verosímil creer en una invasión extraterrestre cuando Orson Welles la fingió en una emisión de radio de La guerra de los mundos? Probablemente sí; no hay nada imposible, y las novelas y las películas llevan casi todo este siglo anunciándolas, y continúan.
Las consecuencias fueron graves: fugas masivas, intentos de suicidio, ataques de histeria. Pero nadie expulsó a Orson Welles del mundo de la comunicación; al contrario, fue su primer paso para una carrera teatral y cinematográfica tan extraordinaria que muchos creen que es el mayor gen lo producido hasta ahora por el cine, incluso por encima de Charles Chaplin, que es, el más tópico. En cuanto al incendio del Prado o el derrumbamiento del viaducto, han pasado a la antología del periodismo como obras maestras de la ficción.
No ha tenido la misma suerte el programa de El Camaleó, en TVE-2 de Barcelona, y ha producido rápidamente suspensiones, castigos. ¿Somos más adustos ahora? ¿O tenemos más miedo a la vida? El programa en el que se anunciaba el atentado contra Gorbachov, y la reacción, en forma de golpe de Estado, del Ejército soviético no dejaba ningún resquicio para la duda. Aun revisado ahora, sabiendo que era una invención, está tan bien hecho, tan bien montado, que parece un impromptu. Quizá, en todo caso, demasiado bien hecho. Con una excelente capacidad teatral para los presentadores y los periodistas: algo tenemos de histriones en este oficio.
Tal vez se le podría reprochar lo poco absurdo de la noticia: es demasiado creíble, y demasiado adecuada a la situación. Los rumores de atentado y de golpe de Estado se han venido produciendo vagamente desde hace meses, y la opinión pública está preparada para que suceda, o no suceda. La gravedad del hecho sería inmensa, y comportaría incluso la posibilidad de la guerra mundial; pero es algo mas que posible, es probable.
Quizá fuese creíble, sin embargo, algo mucho más disparatado. Por ejemplo, que el asesino de Gorbachov fuera Bush, o que Bush hubiese sido muerto por Sadam Husein llegado de incógnito a Washington o que Isaac Shamir hubiera matado al Papa; pero dejaría. un escape para la incredulidad, para la sospecha de la broma. Entre las noticias reales que he visto no creer, una era la del lanzamiento del primer satélite soviético y su bip bip.
Era mentira
En la antesala del director general de Prensa, que me había mandado venir de París, encontré a Pedro Gómez Aparicio, cronista famoso de política internacional, director de la Agencia Efe, consejero de Asuntos Exteriores (le llamaban Pedro Go porque era donde el oyente cerraba la radio cuando anunciaban su comentario diario); se rió de mí cuando comenté la noticia: me explicó que era mentira, y que el sonido lo producía una estación especial de radio para hacer creer que los rusos habían comenzado la conquista del espacio. Más arriba (que él, Franco comentó la primera explosión nuclear soviética en unas declaraciones diciendo que en realidad era una inmensa carga de dinamita en un lugar de Siberia con la que los soviéticos querían engañar al mundo.
Más crédulo, mejor persona, el ministro de Información Gabriel Arias Salgado creía en todos los éxitos soviéticos: "Y es que Stalin", me dijo personalmente, "acude a un viejo pozo de petróleo de Bakú, por donde sale el diablo y le dice todo lo que tiene! que hacer".
La broma de TVE-2 parece quizá innecesaria, porque lo sorprendente son las noticias diarias; profesionalmente bien hechas y de ninguna manera reprobables.
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