Montserrat Alavedra, soprano
La soprano catalana Montserrat Alavedra, que, en la actualidad, era profesora asociada de la Cátedra de Canto-Dicción en la Universidad norteamericana de Washington-Seattle, falleció ayer en Barcelona, víctima de una grave y larga enfermedad de la que fue tratada en el centro Fred Hutchinson de la ciudad donde ejercía la docencia.Nacida en Tarrasa el 6 de abril de 1945, Montserrat pertenecía a una familia industrial pero especialmente dotada para el arte, bien se tratara de la música, de la pintura o del simple arte de vivir.
Muy pronto Montserrat mostró aptitudes musicales y realizó sus estudios en Barcelona con los profesores Genoveva Puig y Jordi Alvareda, para continuarlos, durante varios años, en Salzburgojunto a Egger, Ursuleac, Schilavski y Erik Werba. Tenía poco más de 20 años cuando se presentó en el Festival Internacional de Música de Barcelona, donde obtuvo un éxito importante, tanto por la belleza de su voz como por la exquisita musicalidad que presidía todas y cada aria de sus versiones. Sus conciertos en Viena, bajo la dirección de Bernhard Paumgartner y Karl Böhm, o sus recitales en unión de Erik Werba, situaron a nuestra cantante en un lugar de privilegio. Así, cuando invitada por Juventudes Musicales debutó en Estados Unidos y Canadá, podían adivinarse las posibilidades futuras que se la abrían en esos medios importantes y difíciles. En Londres cantó repetidas veces y en el Festival de Royan (Francia) estrenó obras de compositores actuales.
El concierto de Montserrat Alavedra en el Carnegie Hall recibe por parte de la crítica una acogida magnífica, tanto como sus intervenciones operísticas en muy diversos lugares. El gran compositor Federico Mompou le dedicó una de sus magistrales canciones y le confió el estreno de los poemas sobre texto de Paul Valéry. Ha estrenado asimismo varias obras de compositores españoles contemporáneos como Robert Gerhard, Cristóbal Halffter y Francesc TavernaBech, entre otros. De la valiosa discografía que dará testimonio de quién y cómo fue artísticamente Montserrat Alavedra, poseen un valor especial sus grabaciones de autores españoles en canciones sobre textos franceses que incluyen, por vez primera en nuestro tiempo, melodías de la célebre María Malibran. Su voz fue particularmente indicada para papeles mozartianos, aunque cultivó también con exquisita sensibilidad el lied alemán.
Pero aludir tan sólo a la artista significaría traicionar un tanto la imagen de Montserrat, cuyos valores humanos fueron tan altos como los musicales. Persona de gran señorío, mentalidad de rara inteligencia, carácter en el que la cortesía estaba revestida de amable y alegre cordialidad, Alavedra era de esas personalidades que comunican con el público desde el mismo momento que pisan la escena. Desconocía la vanidad e ignoraba qué cosa pudiera ser la envidia. Ayudaba a todos y tenía bellas palabras para todos; jamás, a lo largo de los años demasiado breves de su existencia, se le escuchó crítica negativa de ningún compañero. Su alma era tan clara como su mirada y su talante, en la vida como en el arte, para reflejar el carácter de una catalana universal tan amante de su país como posesiva de todos los del mundo. En los últimos años sufrió la grave y larga enfermedad no con resignación, sino con auténtico arrojo, aprovechando los resquicios que le dejaba para proseguir su vida activa y afanosa. Sus discípulos americanos, sus compañeros de claustro, la adoraban. La verdad es que no se merecía menos Montserrat Alavedra.
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