Después de la guerra
Los despojos de los derrotados siembran el campo de batalla. Rojas nubes, hechas de polvo sangriento, arena del desierto, cuerpos y almas calcinados, cubren la bóveda celeste con el bermejo manto de la destrucción. Los generales vencedores brindan entrechocando las doradas copas, rebosantes de néctar y ambrosía, y pronuncian discursos alabando a su dios, loándose a sí mismos y a sus tropas. Lejano llega el ululante eco del viento del Sur, caluroso y violento, arremolinando entre las dunas los miembros mutilados, las cabezas seccionadas, los troncos yertos de aquellos que cayeron en combate. De aquellos que perdieron la guerra, la vida, la esperanza, la realidad...El mundo, por supuesto, continuará girando. Florecerá la primavera como si nada hubiera sucedido. Respirarán tranquilos los banqueros y las compañías petroleras. Los niños irán a las escuelas a aprender que dos más dos son cuatro. Los Gobiernos incrementarán sus gastos de armamento y los ministros de Cultura sonreirán victoriosos. Estamos en el bando de los ganadores.
Algunos opinarán que podíamos haber hecho algo más en esta guerra, incluso aportar algún que otro cadáver de nuestra propia cosecha. En fin, nunca llueven bombas a gusto de todos... Estamos en el bando de los ganadores. ¿Alguno de ustedes no se siente orgulloso?
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