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POSGUERRA EN ORIENTE PRÓXIMO

Kuwait, paisaje tras la batalla

Comienza lentamente la reconstrucción en el emirato liberado

Juan Jesús Aznárez

ENVIADO ESPECIALEl silencio y la desolación de las calles de la Ciudad de Kuwait, tan muerta y oscura como el primer día de su liberación, compiten con el cementerio iraquí descubierto en la carretera que conduce hacia la ciudad de Subiya. A menos de 100 kilómetros de la ruta hacia Bagdad donde en pocas horas quedó sepultada toda una columna militar en fuga, los cadáveres calcinados de 10 soldados iraquíes permanecían todavía en los asientos del autobús alcanzado por la aviación del ejército multinacional. Los 10 tienen el fusil Kaláshnikov en las rodillas. Sus cuerpos fueron retirados hace menos de cuatro días, dos semanas después de haber perdido la vida.

La Ciudad de Kuwait parece no haber despertado todavía y sus habitantes mantienen una temerosidad que sorprende en momentos de esfuerzo y trabajo Los residentes en la capital del emirato, que todavía dispensan un trato abierto y hospitalario al visitante occidental, dan la impresión de haberse acomodado en una espera desvalida y mendicante. "A los kuwaitíes les hicieron la guerra, la paz y ahora aguardan también a que les hagan la reconstrucción", comentaba un embajador de la Comunidad Europea.Miles y miles de trabajadores asiáticos de vuelta al emirato se afanan en el primer lavado de cara. Pero no pueden con todo. El centro urbano de la capital continúa destruido y los cristales rotos, y escombros de las oficinas bancarias, las multinacionales y concesionarios de firmas automovilísticas japonesas, norteamericanas o alemanas continúan sin retirarse. El desorden es similar al del día de la liberación.

Las caravanas de camiones articulados que estos días cruzan el emirato de punta a punta con toneladas de equipos y material de salvamento para una nación con permanentes ojeras transportan también otro tipo de cargamento: los carros de combate iraquíes abandonados por sus tripulantes cuando eran bombardeados, las minas, los lanzagranadas y las toneladas de munición que los ingenieros británicos y norteamericanos amontonan cerca de los refugios antiaéreos levantados en las playas del paseo marítimo. "Tenemos órdenes de no llevarnos nada como recuerdo. Todo va para Estados Unidos. No sé para qué, posiblemente para su estudio", dice un marine que en la carretera del norte hacia Subiya desmonta la ametralladora de cubierta de un carro de fabricación soviética. "Es para adaptarla a otro tanque que no la tiene", agrega mientras levanta, diestro, el cerrojo del arma y lo vuelve a montar.

En varios puntos del recorrido de 100 kilómetros por esa carretera alguien ha enterrado a algunos de los iraquíes caídos mientras huían hacia Bagdad. Con medio Kaláshnikov quemado y el casco como cruz, dos tumbas recuerdan otro de los infiernos sufridos por las tropas de Sadam Husein en su desesperada huida. No fue esta caravana, sin embargo, la encargada de transportar a Irak las alfombras persas, las piezas de ajedrez milenarias, las cristalerías, los pergaminos y las otras obras de arte de incalculable valor que ahora reclaman los kuwaltíes.

Museo saqueado

Según Ibrahim al Baghali, director del Museo Nacional, más de 1.500 piezas relacionadas con la historia del islam fueron robadas o destruidas. "Me siento como un padre que hubiera perdido a su hijo". El saqueo del Banco Nacional y las galerías de arte fue uno de los cometidos más diligentemente llevados a efecto por las tropas que ocuparon Kuwait, y en el mes de septiembre de 1990 17 camiones transportaron pinturas y objetos museables hacia Bagdad.

"Confio en que los iraquíes lo tengan todo en su poder, porque aquí no ha quedado nada", agrega Al Baghali. Jean Rajab, un británico residente en Kuwait, construyó una falsa pared que ocultó sus depósitos de joyas, sus colecciones, de la voracidad iraquí. "He pedido a los kuwaitíes que abran un nuevo museo conmemorativo de esta guerra como se hizo con motivo de la guerra civil norteamericana".

Algo está cambiando, sin embargo, en el paisaje: las habitaciones que diariamente dejan los cientos de corresponsales que han cubierto la guerra del Golfo son ocupadas ahora por hombres de negocios que pese a alumbrarse con velas y ducharse con agua fría cuando pueden intentan participar en la reconstrucción del país y ofrecen todo tipo de servicios. Jefes de Gobierno o ministros de países que participaron en la alianza contra Sadam se han apresurado a visitar Kuwait y favorecen con su presencia las posibilidades del empresariado nacional.

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