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La configuración de las metrópolis crea profundas diferencias sociales

Hablar de metrópoli o poderosa y rica ciudad de finales del siglo XX no significa referirse automáticamente a avance social. Así lo estiman expertos internacionales que debaten estos días en Madrid las características de las metrópolis globales en los años 90. Saskia Sassen, profesora de Planificación Urbana de la Universidad de Columbia (Nueva York), ha comprobado, tras un estudio sobre las ciudades de Nueva York, Londres y Tokio, que la configuración actual de las metrópolis crea profundas diferencias sociales muy difíciles de resolver.

Las metrópolis globales han sido definidas en este seminario, patrocinado por el Instituto Madrileño de Desarrollo, como "aquellas áreas urbanas que concentran la información, la tecnología, la capacidad de decisión y, por consiguiente, la riqueza y el poder". Son, además, globales porque su horizonte se proyecta en el conjunto del planeta hasta tal punto que las decisiones que se toman en ellas repercuten en otras partes del mundo.Algunas de estas metrópolis -Londres, París o Nueva York- tienen una larga tradición como centros de dirección mundial. Otras, como Tokio o Hong Kong, han accedido recientemente a esta posición.Algunas de ellas son fundamentalmente centros financieros y de dirección, como Francfort; otras son exponente del desarrollo industrial y tecnológico como San José y otras ciudades del Silicon Valley de California.

Comunicaciones

Los expertos dicen que para que estas ciudades lleguen a convertirse en elementos básicos de los avances sociales, culturales, tecnológicos y económicos de sus propios países y de todo el mundo necesitan ocupar una situación privilegiada en las redes de telecomunicaciones y una gran capacidad para formar especialistashumanos en sistemas avanzados de producción y gestión. La otra cara de esta moneda también señalada por los especialistas es que se generan nuevas tensiones y desigualdades sociales que conducen a la llamada sociedad dual.Una de las señales de la "segregación social" de los ciudadanos de segunda es, en opinión de Sassen, el limitado acceso a las telecomunicaciones. "Las tecnologías de la información posibilitan la integración simultánea de muchas actividades a pesar de la dispersión geográfica. Pero son muy pocos (grandes empresas y clase ejecutiva) quienes tienen acceso a estas tecnologías avanzadas cuya conexión resulta cara". "Por otra parte la dualidad de ricos ejecutivos, cada vez más ricos, y el otro sector digamos de pobres que prestan servicios a estos ricos, crea diferencias sociales profundas y muy peligrosas. Ante estas desigualdades no se puede mantener por más tiempo la política del dejar hacer, dejar pasar", señala Sassen.

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