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BALONCESTO

El Joventut supo armarse de paciencia

Luis Gómez

El Joventut obtuvo un pequeño rédito en Madrid a fuerza de armarse de paciencia, una virtud que no se le supone. Su victoria obligará al Real Madrid a un desembarco en Badalona, que es posiblemente el tipo de escenario en el que mejor se desenvuelva, porque este equipo desconoce los términos medios. En ese juego de caracteres, el equipo de Brabender está más definido. Ya no sorprende a nadie. Lo anecdótico fue observar cómo el Joventut resolvía un complicado compromiso a base de oficio.El juego madridista soporta muy mal un examen cronológico detallado porque es fácil detectar en su rendimiento una línea intermitente: no lleva un ritmo uniforme sino impulsivo, en el que pueden sucederse minutos infructuosos con segundos increíblemente prolíficos. Es frecuente que algunos jugadores dividan sus actuaciones en primeros tiempos espléndidos y reanudaciones obtusas, o viceversa; otras veces, esa divergencia no está tan claramente delimitada y hay personajes que transcurren de la miseria a la riqueza en un soplo, que aparecen para luego desaparecer sin previo aviso y ante el estupor de sus marcadores, incapaces las más de las veces de explicarse tal fenómeno. Sin ir más lejos, ayer el Madrid vivió sus dos únicas ventajas en la segunda parte gracias a un par de tirones: un parcial de 8-0 al comenzar la reanudación y un 7-0 minutos después. Como quiera que no se detectaron más impulsos el partido acabó necesariamente en derrota.

Y en ello tuvo especial importancia el comportamiento pacífico y paciente del Joventut, que trabajó un partido desconocido. No es el equipo de Badalona un conjunto que entienda la ductilidad, que sepa funcionar a diferentes velocidades; su escuela habla desde antaño de fidelidad por el movimiento armonioso y el estilo académico, pero rechaza el recurso a la laboriosidad. Ayer, sin embargo, supo detenerse en marcha para arreglar un par de averías y hartarse de paciencia para no evitar el cara a cara que necesitaba el Madrid.

Las principales averías en la zona del Joventut las provocó Roberts, al menos las más graves o las que tenían solución. Porque Roberts amaneció imparable, dueño del rebote y eficaz en el juego ofensivo. En tres minutos, colocaba tres personales a Ferrán Martínez; en dos, otras dos a Ruf. Así que Lolo Sainz tuvo que ordenarle a Thompson su vigilancia. El americano echó de manual, se colocó el mono azul y, en un trabajo oscuro, supo rebajar las prestaciones de su colega.

Resuelta la vía de agua, el problema era saber esperar. Y ahí el Joventut sorprendió gratamente. Había que esperar y no inmutarse, por ejemplo, ante los arrebatos de Birlukov, capaz de hacer los triples de dos en dos, que Biriukov sólo anota triples o tiros libres -sólo hizo ayer una canasta de dos y bajo el aro- de un tiempo a esta parte. Había que saber esperar porque comportamientos así -como el triple de Martín- no deben ser contestados a base de estrategia: se trata de actos anómalos. El Joventut fue paso a paso, sin perder el ritmo a causa de los accesos del Madrid. Tan bien le fue que encontró con una victoria sencilla, de esas que no hacen ruido pero sí hacen daño.

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