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CRISIS EN LA BANCA DE ESTADOS UNIDOS

La reforma que viene

La Administración Bush plantea una salida radical que contestan los bancos pequeños

J. M. El presidente George Bush prometió llevar adelante, en su informe sobre el Estado de la Unión, pronunciado ante el Congreso el pasado 29 de enero, un plan de reforma del sistema financiero norteamericano que lo sitúe en el siglo XXI. Una semana después, su ministro de Economía, el poderoso secretario del Tesoro Nicholas Brady, anunció las directrices de la Administración para "la reforma más radical del sistema bancario norteamericano desde la Gran Depresión".

Las propuestas del Gobierno, que en los próximos meses el Congreso se encargará de dar Corma definitiva, incluyen la derogación de dos leyes de los años 30, formuladas entonces para evitar un desastre como aquél y, sobre todo, para proteger a los impositores.Por un lado, la McFadden Act, que prohibe a los bancos comerciales operar fuera del Estado donde esté su sede, y por otro a Glass-Steagall Act, de 1933, que diferencia claramente el comercial banking del commercial Sanking (bancos comerciales de os bancos de inversiones). Y así, os bancos tradicionales -los de a calle mayor- quedaban al margen de operar en el mercado abierto a los bonos del Tesoro, os pagarés de empresa, los seguros, la intermediación en bolsa y, en general, al segmento del mercado secundario que tan extraordinario volumen de negocios adquirió en los últimos años.

El mantenimiento de esas dos leyes parece un contrasentido 50 años después de la Gran Depresión, con un escenario financiero internacional totalmente distinto al de entonces. Los bancos norteamericanos fueron perdiendo influencia y dimensiones internacionales ante la firme competencia de los europeos y japoneses y hoy están pidiendo a gritos un cambio que, por fin, llevará adelante el Gobierno de Bush.

Refiriéndose a los dos grandes objetivos de la reforma bancaria propuesta, el secretario del Tesoro Brady dijo: "Tenemos que modernizar nuestra legislación para hacer frente a la realidad del mercado, haciendo un sistema financiero sólido que haga a los bancos más seguros y competitivos en el mundo".

Las propuestas de la Administración de Bush incluyen también la posibilidad de que las grandes empresas industriales puedan tener su propio bancos y que los bancos comerciales y los bancos y agencias de inversión puedan fusionarse para operar con mayor efectividad en todos los sectores financieros.

En el diseño de la futura banca norteamericana se exigirán garantías de solidez y capacidad para poder operar en todo el país o poder hacerlo en todas las activiades del mercado financiero, algo que muy pocos bancos podrían hacer ahora, dadas sus reducciones dimensiones. Dadas las cifras siderales que se manejan en la economía norteamericana, de las eventuales e, inevitables fusiones surgirían auténticos monstruos financieros, que cambiarían con facilidad el listado de los grandes bancos mundiales. En esa lista, de los 20 grandes bancos mundiales, 14 son japoneses, 5 europeos y sólo uno, el Citicorp, es de EE UU y tiene dimensión y vocación global.

Finalmente, otra de las propuestas de la Administración se refiere a la limitación a 100.000 dólares por persona y otros 100.000 dólares para fondos de pensiones -y no por cada cuenta corriente, como hasta ahora lo que la autoridad federal aseguraría a los impositores.

Reacciones para asegurar los depósitos y evitar la ruina en que quedaron millones de pequeños ahorradores tras la quiebra del sistema bancario en la Gran Depresión, Gobierno creó una agencia estatal, la FDIC (Corporación Federal de Seguros de Depósitos) que garantiza los depósitos de los impositores, hasta un máximo de 100.000 dólares por cuenta. Actualmente, los fondos de actuales de la FDIC, 5.000 millones de dólares, parecen insuficientes para atender las próximas quiebras bancarias. que se consideran tan inevitables como difíciles de cuantificar.

Como llamada de emergencia, el presidente de la FDIC, L. William Seidman, ha pedido una inyección que en 1991 quebrarán 180 bancos con unos activos totales de 70.000 millones dólares. Pero no se sabe de donde van a llegar esos fondos. El Gobierno quiere que sean aportaciones de los bancos, pero éstos dicen que su falta de liquidez y reservas les impide suscribir esa cifra del seguro de depósitos. Si se acabaran los fondos, sería finalmente el Gobierno federal, vía Presupuestos, el que tendría que responder ante los impositores. Y es aquí donde la crisis de los bancos alcanza su verdadero alarmismo: afectar al sagrado contribuyente, inyección de entre 5.000 y 10.000 billones, antes de que lleguen las tormentosas predicciones de que en 1991 quebrarán 180 bancos con unos activos totales de de 70.000 millones dólares. Pero no sabe de donde van a llegar los fondos. El Gobierno quiere que sean aportaciones de los bancos, pero éstos dicen que su falta de liquidez y reservas les impide suscribir esa cifra del seguro de depósitos. Si se acabaran los fondos, sería finalmente el gobierno federal, vía Presupuestos, el que tendría que responder ante los impositores. Y es aquí donde la crisis de los bancos alcanza su verdadero alarmismo: afectar al sagrado contribuyente, en forma de mayores impuestos, o desviando fondos federales de los Presupuestos. Al estar los depósitos asegurados por el Gobierno, los problemas de los bancos se convierten en problemas de los contribuyentes.

Las reacciones al profundo cambio que implicará la reforma del sistema financiero norteamericano, prometido por el presidente Bush, no han tardado. La mayoría de los grandes bancos comerciales han dado la bienvenida a la reforma. Pero los bancos pequeños y la agencias de bolsa y de intermediación financiera han expresado menos alegría, dada la competencia y la potencial pérdida de clientela.

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