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El Golfo, la expansión y la fusión reducen un 36% el beneficio de La Caixa

La Caixa cerró el ejercicio de 1990 con unos beneficios netos antes de impuestos de 20.051 millones de pesetas. Estos resultados significan una espectacular caída del 36,3%, que el director general de la entidad de ahorro, Josep Vilarasau, explicó por la caída de las bolsas tras la invasión de Kuwait por Irak y el coste de la política de expansión territorial, de la fusión y de la guerra de las supercuentas. Por primera vez en muchos años, la dotación destinada a la Obra Social será inferior a la del año anterior.

Josep Vilarasau destacó en la rueda de prensa de presentación de resultados que 1990 "ha sido un año atípico". El coste de las caídas bursátiles de final de año, como consecuencia del conflicto del Golfo se ha traducido en unas pérdidas de 7.500 millones de pesetas directamente en la cuenta de resultados. Asimismo, según explicó Vilarasau, la fusión ha tenido un coste inmediato de 3.400 millones de pesetas (2.600 millones por una paga extraordinaria y 800 millones por publicidad y cambio de impresos). "Estos son dos gastos que no tienen que repetirse en 1991, por lo que se puede decir que sin la crisis del Golfo y la fusión habríamos obtenido un beneficio de casi 31.000 millones, en la línea del ejercicio de 1989".

Obra Social

Como consecuencia de la caída de los beneficios, la Obra Social ha visto drásticamente reducida su dotación en un 35% (de 8.126 millones en 1989 a 5.236 en 1990). Vilarasau aseguró que esto no afectará a las actividades de la obra, "porque algunas partidas irán por cuenta directamente de La Caixa y no con cargo a los presupuestos de la Obra Social".Vilarasau destacó también la incidencia de las supercuentas, que se han traducido en un incremento del 25% en los gastos financieros que no se ha visto compensado por el aumento de los ingresos de esta índole (15,8%) "debido a que las cajas de ahorros acusan antes el encarecimiento del pasivo que los bancos".

La expansión territorial -que La Caixa ha decidido frenar en los próximos años (ver EL PAÍS de 1 de diciembre pasado)- supone también una rémora para la entidad, según Vilarasau. El director general destacó que unas 800 oficinas tienen menos de cinco años de antigüedad. "Si estas oficinas tuvieran entre cinco y 10 años, su rendimiento sería de unos 26.000 millones".

La recomposición de los recursos ajenos también ha recortado los beneficios de la entidad. Esta partida se ha estabilizado en 1990, pero alterando radicalmente el peso de cada concepto en el total de recursos. La cúpula de la supercaixa ha decidido aprovechar la fusión para eliminar las puntas de tesorería (ingresos superiores a 100 millones a un plazo inferior a tres meses), que han pasado de 350.000 millones en 1989 a 40.00 en 1990. Los seguros se han reducido en 480.000 millones y los empréstitos en 43.000 millones. La entidad ha compensado estas partidas con un espectacular aumento de los depósitos de ahorro (580.000 millones) y de la cesión de activos (190.000 millones), fundamentalmente letras del Tesoro y deuda pública.

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