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Perjudicados en la distancia

Cajeras de supermercados y asesores de Bolsa que han visto la histeria colectiva; periodistas con jornadas laborales triplicadas o quiosqueros son algunos de los damnificados por una guerra que se desarrolla a más de 5.000 kilómetros de Madrid.Fernando Olmeda, periodista de Telemadrid, saltó de la cama al estudio cuando se produjo el bombardeo de Bagdad. Desde entonces ha visto cómo tanto él como sus compañeros dejaban de lado "deudas, coches en el taller y familias". Cada uno de ellos ha tenido que improvisar a lo largo de cuatro horas -ha dormido una media de cinco- para conseguir que los espectadores de la Comunidad estuvieran informados las 24 horas del día.

En la Oficina de Información Diplomática del Ministerio de Asuntos Exteriores el efecto de la voracidad informativa ha permitido el bloqueo, en ocasiones, de las 30 líneas telefónicas y han pasado de 250 llamadas a 350 diarias. "No todas las preguntas y gestiones que no piden son sencillas", explica la diplomática Asunción Ansorena: "Te puede llamar un equipo de la Televisión Galega para que le preguntes al embajador en Jordania si parte de su equipo puede ir con valija". Este servicio se ha reforzado con más documentalistas, teletipistas para contactar con las embajadas españolas afectadas.

La oscuridad de los cines vio disminuir el jueves "un 50% de su público en comparación con un día normal; la gente está demasiado interesada en las noticias como para ir a divertirse. Hay mucha concienciación", informó un portavoz de los propietarios de 11 cines de Madrid y siete salas de fiesta que no proyecta en la actualidad ninguna película con la guerra como tema central.

Un profesional de una empresa dedicada a inversiones en Bolsa manifestó ayer que fueron peores los momentos de incertidumbre sobre si iba ha haber o no guerra que el inicio de la misma: "La guerra es un modelo concreto sobre el que se puede trabajar; por eso subieron las bolsas. Los inversores saben que si hay guerra se va a ganar".

Prensa en Sol

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El quiosco de la familia Gutiérrez, en la Puerta del Sol, no cierra nunca. Cinco familiares se turnan durante todo el día. En la madrugada del día 17, el quiosco se rodeó durante toda la noche de personas que ansiosamente buscaban información sobre la guerra que acababa de empezar. "Mucha gente se levantó para comprar las ediciones especiales de los periódicos y se quederon si n él; se acabaron muy pronto", dice uno de los encargados, José Antonio Gutiérrez, "y las ediciones del día 17 volaron".

La psicosis también ha hecho volar mucha comida. Ángel Zardáin, encargado de un supermercado, comenta: "No han venido masas de gente, pero lo cierto es que algunos productos se terminaron. Lo más curioso es que la gente varió su tipo de compra y todos coincidieron en comprar legumbres, harinas, pastas, mucha pasta, azúcar, aceite y conservas vegetales".

Gonzalo Prieto, gerente de la Unión de Consumidores, critica el que algunas personas hayan comprado "sin sentido" kilos de productos que nos les dará tiempo a consumir antes de que caduquen". "El desabastecimiento se ha producido en Torrejón de Ardoz y sus alrededores, y de forma significativa en Parla, donde el problema ha llegado a ser grave", añade.

Los madrileños han podido detectar durante estos días un mayor número de policías en la calle para proteger embajadas y para controlar a los grupos estudiantiles que protestan por la guerra y que han vaciado las aulas para pedir la paz. Además, 300 policías de dos unidades de la reserva se han desplazado a la capital desde Valladolid y Oviedo. La mayoría sólo está de paso, va de camino a Ceuta, Melilla y Canarias; el resto protegerá las bases que utilizan los norteamericanos.

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