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El Madrid ganó, pero perdió mucho crédito

El Madrid solicitó crédito en Valladolid para seguir invirtiendo en la Liga y lo más que obtuvo fue una valiosa limosna. Dos puntos para seguir dándole a la calculadora y soñar con el tropiezo del líder, pero no para la confianza y mucho menos para promover la esperanza de la hinchada blanca.Desposeído de los galones, no puede ya pasearse, ni en Valladolid ni en Burgos, porque en todos sitios le piden el carné. Merece el 0-1 de Hugo Sánchez una lectura positiva, por los tormentos que ha padecido el equipo y porque el primer triunfo del proyecto Di Stéfano, frente al Betis, fue ante el colista y en el Bernabéu. Sin embargo, no cuenta todavía el equipo blanco con los avales precisos para obtener el préstamo que ansía para recomponer la casa y volver a tener voz y voto en el campeonato.

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El Real Madrid ha recobrado con Di Stéfano cierta normalidad de principios, como una alineación estable y un aire calmoso en el vestuario, pero no de juego. La primera mitad del Nuevo Zorrilla radiografió con precisión hasta qué punto este equipo se mueve en el páramo de la duda. Habrá que tirar de archivo para recordar una congoja y un lamento semejante al que padeció el actual campeón desde el minuto 38 hasta el descanso.

Tanto fue el sufrimiento que hasta Hugo Sánchez tuvo que sacar la máscara del armario y forzar su evacuación del terreno de juego por un supuesto golpe en la cara que al final quedó en caricia. Durante ese tiempo, siete minutos apenas, el Valladolid dispuso de cuatro ocasiones para doblegar a Buyo (Fonseca, Luis Eduardo, Cuca y Patri), con tirazo de éste último a la madera, pero semejante caudal futbolístico fue estéril. No había maravillado el Madrid hasta ese momento, pero, como en los viejos tiempos de la sociedad, ya tenía su gol en el capazo, obra de Hugo Sánchez, un par de buenas ocasiones de marcar y cierta solvencia con el balón.

El equipo de Di Stéfano parece haber recuperado cierta y fugaz frescura en el triángulo creativo que forman Michel

Butragueño y Hugo, pero no puede ofrecer todavía continuidad en su juego. Unas veces porque hombres voluntariosos pero poco dotados no garantizan el dominio del esférico, otras porque el equipo paga el egoísmo de Hagi y, casi siempre, porque no posee un hombre capaz de dar compostura al bloque y cemento a tan buen material individual.

El Valladolid sufre un mal diverso. Posee sistema y traza coordenadas en el carapo, pero le faltan juncos para soportar la empresa. El fútbol esforzado del veterano Minguela, el esteticismo del brasileño Luis Eduardo, la elasticidad y recursos de Cuca o la filigrana y encaje que pretenden Moya u Onésimo no bastan. Este último merece atención especial. Pocas veces podrá verse un hombre tan cariñosocon el balón. Jamás lo suelta, jamás deja de mirarlo, jamás se atreve a patearlo, aunque sea a gol. Sólo con que culminara una cuarta parte de las genialidades que pretende, el Valladolid merecería capítulo aparte en los códices balompédicos. Pero no es así y el delantero se asemeja en ocasiones más a un trompo que a un futbolista dotado, cuando en realidad lo es.

La segunda mitad no hizo sino confirmar el agrietado fútbol del Madrid. Sin Butragueño, que fue sustituido por Aragón, el equipo perdió riqueza en sus triangulaciones y agotó su escaso voltaje. El Madrid fue en ese tiempo un modesto conjunto, humilde, empeñado en conservar su escasa, pero valiosa renta. Ese es el nuevo pelaje del dueño y señor de la Liga en los últimos cinco anos. Donde hubo glotonería con el gol ahora puede verse conservadurismo, donde reinaron la brillantez y las más variadas suertes futbolísticas impera ahora lo práctico, que tampoco es mal planteamiento si lo que se pretende es levantar la cabeza.

Lo visto ayer en el Nuevo Zorrilla fue una buena prueba. No hubo buen fútbol, tampoco demasiada justicia con un corajinoso Valladolid, pero Di Stéfano se llevó los puntos a casa, suficiente para recobrar el ánimo en la Liga y seguir picando.

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