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Tribuna:ANÁLISIS DE LOS RESULTADOS DE LAS ELECCIONES VASCAS
Tribuna
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Reparto del poder en Euskadi

Señala el articulista la peculiaridad de los comicios vascos en los que los cambios en cl Parlamento no se corresponden con la evidente estabilidad de las preferencias de los electores. La desviación electoral -es decir, las diferencias entre las proporciones de votos obtenidos por cada partido y de escaños que le son asignados- es sólo de un 5,5%, alcanzándose un índice de proporcionalidad del 94,5%, lo que, a su juicio, es significativo de una sociedad bipolarizada ideológicamente.

Los resultados de las elecciones vascas muestran que los cambios de composición de los Parlamentos y los Gobiernos suelen depender más de la oferta política de los partidos que de los cambios de preferencias de los electores. Así, en 1984, la ausencia parlamentaria de HB permitió un Gobierno monocolor del PNV en minoría; en 1986, la escisión del PNV dio paso a una coalición entre nacionalistas y socialistas, y ahora, una cierta recuperación del PNV a costa de EA puede alterar notablemente el reparto interno de] poder en el Gobierno de coalición con el PSOE.Todos estos cambios tienen lugar sin que en las opiniones ciudadanas puedan percibirse movimientos análogos, sino, por el contrario, una gran estabilidad. Aunque las magnitudes absolutas han disminuido en la última convocatoria a causa de la mayor abstención, puede observarse, por ejemplo, que los votos acumulados por PNV y EA en las tres elecciones mencionadas se mantienen siempre alrededor del 40%, los del PSOE más IU y DS en torno al 22% y los del PP y CDS muy cerca del 9%. Si se agrupan todos los partidos en dos bloques según la dimensión nacionalista, que es la más relevante en los comicios autonómicos, los conjuntos que podemos llamar vasquista (PNV, EA, EE y HB) y españolista (PSOE, PP y CDS) mantienen siempre unas proporciones casi exactas de dos tercios y un tercio, respectivamente (sólo escapan algo de esta notable estabilidad la recién aparecida UA, que, junto a los procedentes del PP y CDS, parece haber recogido algunos votos de otras procedencias, y EE, que asemeja sufrir un proceso de dispersión de sus apoyos electorales, en parte dirigido seguramente hacia la abstención en mayor medida que los de otros partidos).

La estabilidad de las opiniones va acompañada por un nivel excepcionalmente alto de proporcionalidad de la representación parlamentaria, a pesar de que el foralismo logró en el proceso estatutario que un voto en la circunscripción de Álava valga 4,4 veces más que uno en Vizcaya. En el conjunto del País Vasco, la desviación electoral, que se refiere a las diferencias entre las proporciones de votos obtenidos por cada partido y de escaños que le son asignados, es sólo de un 5,5%; es decir, se alcanza un índice de proporcionalidad nada menos que del 94,5%. Ello produce, en una sociedad ideológicamente bipolarizada y con multiplicidad de ofertas partidarias en algunos de los espacios ideológicos, un sistema parlamentario de partidos con pluralismo extremo. Se obtiene, pues, un alto índice de fraccionalización parlamentaria, de 0,81 (sobre 1) y un elevado número efectivo de partidos en el Parlamento, 5,26.

Variaciones de escaños

Todo ello no impide que la composición del Parlamento y el Gobierno autónomo varíe notablemente a cada convocatoria electoral. Un 16% de los escaños va a cambiar ahora de partido con respecto al Parlamento anterior, gracias a las escisiones y recomposiciones de siglas dentro de unos mismos espacios ideológicos. Ello no beneficia ni perjudica apreciablemente a ninguno de ellos en particular. De hecho, si los votos obtenidos por PNV y EA hubieran sido recogidos por una sola candidatura, el número total de diputados que ésta habría obtenido sería el mismo que la suma que los dos partidos han otenido por separado, y lo mismo habría sucedido con PP y UA. Tampoco una canalización de los votos de DS hacia el PSOE o de los votos de IU hacia EE habría alterado la representación parlamentaria de los partidos nombrados en segundo lugar. Para que hubiera habido cambios habría sido necesario que, por ejemplo, el PSOE reuniera los votos de DS y los de IU, con lo cual habría ganado un diputado más (a costa de¡ PNV) y que PP sumara los votos de UA y además los del CDS, con lo que habría ganado dos diputados más (a costa del PNV y EE), pero esto sólo habría mejorado el índice de proporcionalidad global en un par de décimas.

Los cambios en la oferta de partidos sí alteran, en cambio, las posibilidades de formación de coaliciones mayoritarias de gobierno. Todos los observadores han coincidido en que, con el requerimiento de una mayoría de 38 votos derivada de la posible presencia en el Parlamento de HB, pero con éste como partido-paria, considerado no coaligable por los demás, la coalición vencedora más probable es la formada por el PNV y PSOE, es decir, la misma que ha gobernado estos últimos cuatro años. S In embargo, las posibilidades matemáticas de otras coaliciones alternativas pueden ser tomadas como índices del poder relativo entre ambos paridos a la hora de redistribuirse los cargos.

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En rigor, el PNV podría formar parte de otras tres coaliciones vencedoras mínimas o CVM (mayoritarias, pero sin ningún partido superfluo) en las que también intervendrían EA y otro par de partidos (bien EE-PP, bien EE-UA, bien PP-UA). El PSOE, en cambio, sólo podría participar en una coalición alternativa de cinco partidos, en la que también estaría presente EA (PSOE-EA-EE-PP-UA). Estas combinaciones pueden parecer irrealistas, pero no lo son mucho más que las que se barajaron como viables en el largo y complicado proceso de formación de Gobierno de 1986, cuando todos los partidos mostraron una notable propensión a asociarse con otros no necesariamente conectados ideológicamente (es decir, saltándose algún partido intermedio) y apreciablemente distantes entre sí.

Índice Banzhaf

Dadas estas posibilidades diversas de coalición, el PNV se encuentra ahora con ventaja en la negociación con el PSOE. Si hace cuatro años el mayor índice de poder de los nacionalistas le permitió obtener el cargo de lehendakari y un número igual de consejerías que los socialistas (pese a tener menos diputados que el PSOE), ahora podría despojar a éstos de algunas de sus posiciones en el Gobierno. El índice Banzhaf, basado en el número de CVM en que cada partido puede participar, es para el PNV del 21% (igual que para EA, pese a contar con muchos menos diputados), mientras que el del PSOE sólo llega a la mitad, el 10,5%.

Parece, pues, claro que el proceso de negociaciones no llegará a durar los casi tres meses de entonces, ya que ahora no se trata de hecho de elegir coalición, sino de d9terminar el reparto interno en una coalición muy probable. Pero es de prever que los tratos se demoren, que EA y tal vez algunos otros partidos obtengan un cierto protagonismo en el ofrecimiento de colaboraciones, y que el PNV las utilice ante el PSOE para obtener un trozo más grande de¡ pastel. Dicho más concretamente, si la relación ente los votos del PNV y los del PSOE es aproximadamente de 3 a 2, y la relación de escaños no se aleja mucho de esta proporción,' la nueva relación de poder gubernamental podría llegar a ser de 2 a 1. En vez del reparto anterior, es decir, un lehendakari y seis consejeros frente a un vicepresídente y seis consejeros, la nueva situación podría reflejarse en una distribución de un lehendakari, un vicepresidente y siete consejeros para el PNV, frente a otro vicepresidente y cinco consejeros para el PSOE (u otras combinaciones de monto equivalente si no se crean dos vicepresidencias, como un lehendakari y ocho consejeros frente a un vicepresidente y cuatro consejeros). En todo caso, cabe afirmar que un eventual incumplimiento de esta predicción se debería menos a la voluntad de sus protagonistas de mantener fidelidad a las proporciones del voto ciudadano que al uso de otras posibilidades de contraamenaza con que puede contar el PSOE fuera de las instituciones vascas, es decir, las derivadas de los favores mutuos que, como partido del Gobierno de¡ Estado, intercambia con el PNV en Madrid.

Josep M. Colomer es profesor de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Barcelona.

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