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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

No es tiempo de poetas

"El pasado es nuestro consuelo, nuestra herida, nuestra cárcel". Con esta serena frase termina sus confesiones Selim Nassib, un viejo árabe, periodista libanés. Selim Nassib condena la depredación de Kuwait perpetrada por Irak. Selim Nassib llora por la presencia de infieles en Arabia. Selim Nassib sólo ama la poesía, para la que parece estar especialmente dotado, como pone de manifiesto con sus confesiones. Selim Nassib tiene el alma del árabe sensible y refinado que alumbró la decadencia de la civilización islámica allá por los siglos de las cruzadas y que tanto sedujo a los burdos y rústicos aldeanos europeos, que quisieron acabar con ella porque se aburrían en sus incómodos castillos. Dotado de esa extrema sensibilidadPasa a la página siguiente

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que suele acompañar a la evanescencia de la fuerza, Selim Nassib añora "aquel tiempo en que todo iba bien", un tiempo que ya no recuerda cuándo fue, aunque sí sabe que era cuando "caída la tarde, verdaderas muchedum bres venían a escucharnos a no sotros, los poetas, recitar al aire libre", un tiempo "en el que po díamos sentir alguna cosa jun tos". ¿Se percata el noble perio dista libanés de que la plenitud de ese tiempo tuvo lugar antes de la Hégira? Es cierto que en el Corán puede leerse: "Dios no ama a los opresores", pero esta idea no es una característica musulma na, una cultura profundamente basada en el concepto de sumi sión, hasta el extremo de que ésta es la mejor traducción del vocablo islam. El musulmán se somete a Dios, a la disciplina que, en su nombre, formulan sus representantes en la tierra. A cambio de ello espera la felicidad en la otra vida. Es cierto que la guerra santa que propuso Maho ma a sus adeptos es la lucha que cada cual ha de librar contra sí mismo y que el Corán está lleno de invocaciones a la mansedumbre, a la tolerancia y a la generosidad. Pero las doctrinas de los grandes maestros de la humanidad caen pronto en manos de quienes saben ponerlas al servicio de sus ambiciones. El islam logró aglutinar a las anárquicas tribus politeístas del desierto y llevarlas hasta el dominio de una parte significativa del planeta. Pero uno de sus costes fue la destrucción de ese atractivo mundo de las justas poéticas al que alude Selim Nassib.-

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