_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Atlantismo

Salió Samaranch a la tribuna y leyó el nombre de Atlanta. Unos cuantos americanos se pusieron a saltar de alegría y otros muchos europeos dijimos: "Atlanta, claro".. Poco a poco hemos ido dejando el romanticismo en el ropero y ahora nos emociona mucho más ver el mundo a través de la parabólica que tomar retsina y aceitunas en la noche del barrio de Plaka. Hubiera estado bien Atenas, pero estamos empachados de centenarios y las cifras redondas nos envejecen y hacen salir arrugas a la piel de los Estados. El romanticismo de este fin de siglo lo ahorraremos para derramarlo por las calles de Praga antes dé que lleguen a Mala Strana los aromas minerales de las hamburguesas. Pero lo de Atlanta es más auténtico. Esa peña de rentistas viajeros que forman el Comité Olímpico Internacional no están para más aventuras y han elegido la capital de la Coca-Cola porque es lo más seguro de la próxima década. Es la retaguardia de Occidente, ahí donde nunca habrá sorpresas y donde las transmisiones nunca se interrumpirán, aunque sólo sea porque la televisión nace en Atlanta. Atenas, en cambio, se encuentra demasiado cerca de la zona peligrosa. Siglos atrás los turcos llegaron a las puertas de Viena, y de la misma manera podría llegar el Sadam de turno a instalarse en el Partenón. En momentos de despiste más vale refugiarse en la quietud de la hucha y dejar la nostalgia para los tangos. Pero para los románticos Atlanta también permite la lectura de la integración racial por la que murió King y por la que lucharon los atletas negros que en México levantaron el puño del black power. Veinte, años después, los dos últimos alcaldes de Atlanta lucían el éxito sobre el orgullo de sus mejillas igualmente oscuras. Cien años de combate por los derechos civiles se confundieron ayer con la alegría olímpica. Se perdíó el cumpleaños ateníense, pero se ganó un escaparate del lento y contradictorio progreso de la especie.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_