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Azote

Mi astróloga me reveló, a su debido tiempo, que este fin de milenio nos iba a salir por un pico, y no sólo en lo económico sino, sobre todo, por la fumigación intensiva del ánimo, debida por lo visto a una escalofriante conjunción de Escorpión con Júpiter o Plutón, no estoy segura de cuál de los dos, pero fijo que era uno de ellos. Y nada de Venus en el horizonte, al menos a escala mundial, es decir, de amor y solidaridad entre los pueblos.El caso es que, entre la posición de los planetas y la abundancia de hijos de su padre, nos están dando la centuria.

Y, además, vuelve Walesa. Ello se produce en un momento de lo peor. Ya es duro de narices que verdaderos hombres ejemplares de nuestro tiempo, tipo William Hurt en Fuego en el cuerpo, o Gregory Peck en cualquier cosa antes de The Omen -aunque hago hinca pié en Horizontes de grandeza, por lo ético, y Duelo al sol, por lo macizo-, escaseen de forma tan escan dálosa como alarmante. Pero no veo por qué, salvo que sea sadismo divino, tienen que proliferar, encima, los rompehuevos más acreditados, sea en la variedad doméstica aunque nefasta, o en su vertiente an cho es el mundo y os vais a enterar. Vamos de canto y cuesta abajo. De una forma y otra, nadie se libra de verlos en el telediario, lo que constituye la versión más moderna y refinada del purgatorio que, como deberíamos saber, consiste en purgar en vida todo lo que se nos ha indigestado previamente.

Como en el fondo una es buena y cree en el género humano, me niego a sospechar siquiera que alguien puede haber pecado lo suficiente como para tener que tragarse de nuevo a Lech Walesa rezando, con las pezuñas cruzadas sobre el abdomen, empapado de agua bendita hasta el Rolex y siempre al borde del eructo.

No, eso no lo merece ningún cristiano.

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