Humanismo y futuro
Robot es una palabra que inventó el dramaturgo checo Carel Kapek, de la raíz eslava para trabajo. Cop es una manera informal inglesa de nombrar al policía. Robocop, película que pasa por Canal + (codificada), indica un policía robot. Un agente asesinado revive en un misterioso laboratorio del Detroit del futuro; completado con piezas metálicas, electrónicas, informáticas que le hacen (casi) invulnerable, y con sus viejos recuerdos reducidos a relámpagos. Estos seres, en ficción científica, se llaman cyborg, probablemente tomado de cibernética.Bajo todo esto están los temas de siempre. El agente s encillo, el de calle y uniforme, el que patrulla, es quien ,vale. Por encima de él hay una red de logreros, de políticos, de militares, de traficantes de droga, todos en colusión: quierenél poder absoluto, aplastan al individuo y a la sociedad. Impiden el trabajo lano de la policía... De las películas y las series de. Estados Unidos nos viene siempre esta lección, que predican por todas las formas posibles. Unida a la de que el humano siempre supera a la máquina, aunque él mismo sea un hombre máquina, y el cerebro no tiene rival posible. Entre otras cosas, porque tiene sentimientos. La pareja agente-agenta -si se puede decir- es, después, la del cyborg y la chica: ella le reconoce por encima de toda su herrumbre, por gestos apenas perceptibles, por algo que trasciende de su personalidad -anótese este valor como otro continuoTienen poca solución en la vida cinematográfica (el amor, claro, es imposible; o sea, el sexo) y, por tanto, han de morir. En la literatura se viene dando el caso desde sus orígenes: cuando chico y chica no responden a la normalidad, hasta en las obras que luchan contra ella, tienen,que morir. Un fastidio.
La envoltura de esa prédica -naturalmente admisible; la duda es que se dé en la realidad, que sea tan blanco y negro todo- es fascinante. No ahorra, claro, la crueldad de la imagen: ojos vidriados, carnes sanguinolentas, agujeros en el pecho, hombres descompuestos por los ácidos, o quemados por incendios, o atravesandola clásica ventana para caer desde el rascacielos. La erótica de la violencia. Y su estética: en su misma exageración está el punto de que no es verdad, que se puede ver sin taparse los ojos con una mano de dedos entreabiertos. La forma de narrar, rápida y velocísima, del director Verhoeven en 1987, la mezcla del futuro acaparado por los malos y de las formas de hoy para los buenos, el increíble juego de las cámaras, son la muestra moderna de la consigna antigua.
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