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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La pesadilla nuclear

LA REUNIÓN que están celebrando en Ginebra los representantes de los 141 países firmantes del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) no está tan alejada como podría parecer de la actualidad candente del Golfo. A medida que crece el peligro de enfrentamientos armados, la pregunta de si Irak posee el arma nuclear es obviamente fundamental. En teoría, siendo uno de los firmantes del Tratado de No Proliferación, no debería poseerla. Sin embargo, el desprecio por parte de Sadam Husein de los tratados que prohíben el uso de armas químicas pone de relieve lo poco que cuentan para él los compromisos internacionales. Si, con todo, cabe pensar que, efectivamente, no la tiene, es porque la aviación israelí destruyó en 1981 el reactor de Osarik.De estos hechos no se deduce una impresión favorable a la eficacia del TNP. Por otra parte, algunos Estados, como Israel, Pakistán o Suráfrica, no han firmado el tratado y tienen, con toda probabilidad, el arma nuclear. Por tanto, es evidente que el TNP no ha servido para cortar de manera efectiva y total la difusión de esa arma. Pero estos argumentos no son suficientes para concluir que el tratado no ha servido para nada.

El TNP, cuyo primer esbozo es de los años sesenta, se fijaba objetivos limitados, y estaba enfocado en realidad para consolidar una situación profundamente injusta: la limitación a unas pocas potencias del derecho a poseer el arma atómica, y por tanto, el compromiso por parte de la mayor parte de los países del mundo de renunciar a fabricar ese tipo de arma y de someterse a los controles de la Agencia de la Energía Nuclear, con sede en Viena, encargada de garantizar que el empleo pacífico de la energía nuclear no es utilizado para fabricar armas de tipo nuclear. Por molesta .que pueda ser esa discriminación, lo cierto es que se ha mantenido durante más de 20 años y ha contribuido a que no se repitan en ningún lugar las horribles tragedias de Hiroshima y Nagasaki. Es muy probable que sin el TNP y sin los controles de la agencia de Viena serían hoy mucho más numerosos los países dotados de armas nucleares, lo que hubiera tenido efectos desestabilizadores evidentes.

Por eso, en la reunión de Ginebra -cuyo papel es la revisión, que se efectúa cada cinco años, del funcionamiento del TNP- nadie propone su anulación. En cambio, no pocas de las críticas que se formulan al tratado merecen consideración. Por un lado está el problema de fondo: la renuncia de los no poseedores es bastante efectiva, pero el compromiso de los poseedores de reducir sus arsenales nucleares ha quedado en palabras. Es cierto que el tratado de Washington de 1987 sobre la destrucción de los euromisiles ha sido un paso importantísimo, pero insuficiente. El TNP podría completarse en este terreno con la exigencia a los poseedores de que cesasen la carrera cualitativa, o sea, el perfeccionamiento de esas armas. Y por tanto, que se prohibiesen las pruebas nucleares. El tema se ha discutido mucho entre EE UU y la URS S. Pero un emplazamiento de los 141 firmantes del TNP reavivaría unas negociaciones que se dilatan demasiado.

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Otro punto que a todas luces merece ser perfeccionado se refiere a las inspecciones de la agencia: la misión de ésta debería extenderse para que pudiese denunciar no sólo la existencia de bombas ya fabricadas, sino la de materiales cuya única utilización lógica sea de tipo militar. El TNP tomaría así un carácter más preventivo, prohibiendo las etapas previas a la fabricación de una bomba atómica.

¿Podrá la actual reunión de Ginebra adoptar enmiendas de este tipo? Sería ilusorio pensarlo, por la complejidad de lograr acuerdos entre tantos países en plazos cortos. Sin embargo, el texto mismo del TNP especifica que en 1995 se examinará si la validez de éste se prolonga indefinidamente o para plazos fijos. La discusión de posibles perfeccionamientos es, pues, oportuna desde ahora para que estén debidamente elaborados en 1995. Si con el fin del sistema bipolar -que garantizaba una estabilidad a su modo- entramos en una etapa de mayor conflictividad, la comunidad internacional deberá prestar a partir de ahora mayor atención a las formas de evitar la proliferación de las armas nucleares y al perfeccionamiento del tratado de 1970.

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