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Adam Smith en el futuro de España

El autor de este artículo estima que las ideas acerca de la libertad de mercado defendidas por Adam Smith cobran nueva vida. Al tiempo que considera que Smith derrotó ampliamente a Carlos Marx, estima que "ninguna región tiene un potencial mayor para el crecimiento del mercado como España".

Hoy, martes 17 de julio, se cumplen 200 años de la muerte de Adam Smith. Sin embargo, su visión de la libertad de mercado, como el ave fénix, ha empezado una nueva vida. Esta nueva popularidad del capitalismo de Smith es crucial en Alemania Oriental y en los socialismos enfermos de Europa del Este. No obstante, también sucede en economías mixtas como los países escandinavos, Australia y Nueva Zelanda e incluso en países latinoamericanos como México.Para comprender la relación especial entre España y Adam Smith tengo que ir hacia atrás, pasar de los titulares de 1990 a 1776 cuando la revolución industrial y La riqueza de las naciones de Adam Smith, hacen su aparición simultáneamente. La cultura pop realiza sus cuadros en los colores más primarios, sin contrastar. Así es como explica la nueva popularidad Smith: Carlos Marx y Adam Smith se enfrentaron en un duelo wagneriano a lo largo de estas últimas siete décadas y Adam derrotó rotundamente a Carlos. No importa que las cosas no sean tan sencillas. Es la economía mixta de Alemania Occidental y no el capitalismo puro de Friedrich Hayek lo que han incitado a los ciudadanos de Alemania Oriental a envidiar la libertad. ¿Pero por qué ser tan sutiles sobre lo que parecerán detalles a varios cientos de millones de habitantes de Europa del Este?

Smith tenía por qué llamarse Adam. Es realmente el padre fundador de la ciencia económica. Como demostraré más adelante, independientemente de que se encontrara en el bando ganador de la ideología, sus valores como teórico original de la economía han subido muchísimo durante mi vida académica. Hay muchas estrellas en el firmamento de la economía. Sin embargo, digo que, sin lugar a dudas, las tres más brillantes son éstas: Adam Smith, 1723-1790, escocés. Leon Walras, 1834-1910, francés. John Maynard Keynes, 1883-1946, inglés. Podría llamar a Smith el Aristóteles de los economistas, a WaIras nuestro Newton y a Keynes nuestro Einstein.

La riqueza de las naciones de Smith fue muy oportuno al publicarse en 1776, precisamente cuando el capitalismo democrático de Norteamérica proclamaba su independencia. En el Reino Unido, la patria de la revolución industrial, la fama de Adam Smith fue instantánea. No sucedió lo mismo en Alemania.

Evangelio de libre comercio

En aquella región que aún estaba por desarrollarse, el evangelio del libre comercio era considerado como apología del capitalismo británico que ya había partido con ventaja sobre el resto del mundo. Aquí hay una paradoja. Podría decirse que la atrasada Alemania era la que más necesitaba la ideología de una economía no reglamentada. En cambio, la reacción alemana fue un romanticismo enmarañado como la lana que glorificaba su propia falta de lógica. La lana es un producto duradero: desde el proteccionismo de Friedrich List hasta Adolfo Hitler, el nacionalismo fue encumbrado a expensas del cosmopolitanismo y la gloria era valorada por encima de una larga y confortable vida para cada ciudadano. El dictador Mussolini con su jactancioso programa para que los italianos "vivieran peligrosamente" se había contagiado del ejemplo alemán.

El mensaje de Smith para laissez faire fue desde un principio bien recibido en Estados Unidos. Encajaba perfectamente con esta nueva sociedad fronteriza formada por gente que lograba lo que quería a base de su propio esfuerzo. Sin embargo, la única excepción tenía que ver con el libre comercio. Nuestras industrias nacientes clamaron -y lo consiguieron- por tarifas protectoras contra las fábricas inglesas ya establecidas.

El imperio español no acogió con simpatía los objetivos de Smith para "una nación de tenderos". La Corona tenía sus propios objetivos independientemente de la de cada ciudadano. Vestigios de doctrinas medievales de la Iglesia opuestos a los intereses y competitividad del capitalismo, sobrevivieron mucho tiempo a partir de los años de la reforma protestante. Actualmente es posible percibir elementos de esta herencia en América Latina. La nociones de un Estado corporativo nunca fueron bien enunciadas ni en la Italia de Mussolini ni en la España de Franco. Adam Smith hubiera predecido, y correctamente, las deficiencias intrínsecas de ese orden económico.

Ya es historia cómo la apertura de los mercados españoles a la competencia del comercio exterior convirtió sus adormecidos poderes en un intenso crecimiento económico. Y todos los preceptos de La riqueza de las naciones de Adam Smith entraron en juego durante el milagro alemán y del Mercado Común de 1950-1975.

Fui bendecido con grandes maestros. Joseph Schumpeter me enseñó que es admisible ser brillante. Gottfried Haberler dio una lección más dura: en economía es preciso ser ecléctico. Así como Keynes era un virtuoso genial, Smith era el gran ecléctico. Procedía de la tierra del veredicto escocés: aparte del culpable o inocente, allí un caso puede juzgarse como no probado. La libertad, afirmó Adam Smith, es productiva y justa, pero hasta cierto punto. No obstante, en La riqueza de las naciones se explican los diferentes papeles del Estado.

Creo que podemos extrapolar de lo que sabemos de la sensibilidad de Adam Smith que 200 años después de su época bendeciría alguna medida limitada de redistribución de la renta a través del sistema de impuestos. Húngaros y checos, que ahora están tan hartos de Estado de orden que se cansan con el capitalismo sin adjetivos -capitalismo, no capitalismo humano o capitalismo a medio camino-, comprenderán más tarde la sabiduría del término medio de Adam Smith. Esto le dará al mercado la mayor parte del trabajo diario porque eso es lo que el mercado competitivo puede hacer mejor. Sin embargo, le dará al Estado democrático el negocio de la civilización y la humanidad que no es negocio de una sola persona.

Adam Smith era un soltero solitario. Dijo: "Soy un amante sólo de mis libros". Dudo que pudiera ser un útil asesor para la Solidaridad polaca o para las academias soviéticas encargadas de llevar adelante la perestroika. La mayoría de los asesores de gobiernos que han tenido éxito no han sido más que especialistas en economía indiferentes. Hjalmar Schact era un mago económico sobrevalorado, y al final, una responsabilidad para Hitler. Bernard Baruch, exportado de Wall Street, ayudó a planificar el control de precios de Estados Unidos en dos guerras mundiales, era un camisa inflada e incluso ni el brillante especulador que proclamaba ser.

Escepticismo

Sospecho que los actuales sabios -Jeffrey Sachs de Harvard y Janos Kornal de Budapest, por ejemplo- harán un mejor trabajo de lo que era habitual en el pasado. Sin embargo, mi propia experiencia con las limitaciones de la factibilidad política me convirtieron en escéptico al esperar demasiado. La tarea de pasar del socialismo de Europa oriental a las economías de mercado de estilo occidental es inmensa. Será necesario releer más de una vez La riqueza de las naciones o Camino a la servidumbre, de Haiek, para que la transición sea factible. Todavía no se puede comenzar a construir un camino si no se sabe hacia dónde va. Y la invalorable herencia de Adam Smith es el mapa de carreteras que nos ha dejado, con las rutas que no nos conducen hacia Utopía, sino hacia la sensatez del progreso económico.

Entre ahora y finales de siglo, ninguna región tiene un potencial mayor para el crecimiento del mercado como España, el gigante largo tiempo adormecido.

es profesor del Instituto Tecnológico de Massachusetts.Traducción: Carlos Scavino.

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