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HÉROES DE BARRIO / VENTAS

COQUE MALLA

Al cantante de los Ronaldos, Coque Malla, le pasa lo que a los urbanos: que lo que más le gusta del campo es la ciudad. "Cuando salgo fuera y regreso por la M-30 y empiezo a oler el asfalto y los ruidos y la multitud siento una emoción especial". Nació hace 20 años en la calle de Bocángel, cerca de Las Ventas, y dice que está enamorado de esta plaza, a la que llama "guapa" cuando pasa por delante. El cantante disfruta viviendo en Madrid. Le encanta pillarse un atasco a las tres de la madrugada y constatar que la ciudad tiene una potente vida callejera. Lo único que se le ocurre para mejorarla es quitar de un plumazo a Matanzo.Da la sensación de que mantiene intactos la audacia y la impertinencia de los niños porque no ha tenido que doblegarse para ser un adulto con éxito. Sus travesuras han vendido 180.000 discos y mantiene sin ensuciar un ego de infante que todo lo puede porque no conoce las limitaciones del mundo en el que se mueve, en el que quiere ser "la estrella del rock más grande del universo".

"El éxito es fundamental", dice este adolescente escandaloso, que ganó su primer millón cuando contaba 19 años, cuatro años después de su primer concierto. Lloró cuando no pudo ser telonero de los Rolling Stones y se consoló acudiendo a cinco conciertos de la gira Urban Jungle.

Le apasionan las multitudes que se reúnen para un concierto porque tiene la sensación de percibir la fuerza de 60.000 personas reunidas en un estadio para emocionarse y aplaudir. "Estás de espectador y descubres que algo te emociona a ti y a 59.999 personas más".

Él todavía no va a tener tanto público, pero sueña con pisar la arena de Las Ventas, donde no pudo actuar el pasado año por una tormenta de órdago. Trata a la plaza, situada a unos metros del lugar donde nació, como una novia orgullosa y distante. Asegura que de noche le cuenta cosas y durante el día si pasa cerca la llama guapa y le dice que la quiere..., que la quiere ver llena de gente cuando llegue su momento de bajar a la arena y cantarles a todos. Abandonó hace pocos años la zona donde se crió y ahora vive enfrente del Ayuntamiento.

Este creador de canciones de éxito sigue viviendo con sus padres. No sabe quién es Jacques Brel, reconoce que le cuesta mucho leer y piensa que la cultura está en la observación. Es tímido porque espera no tener que demostrar nada para que se le quiera. Impuntual, espontáneo, no tiene criterio para el dinero, que gasta como si fueran billetes del monopoly. Sabe que va a triunfar y lo proclama sin necesidad de agarrarse a ninguna careta de humildad o prudencia. "Mi madre me dice que soy muy bueno en el escenario y yo lo sé", explica. Y sigue: "Estar ahí arriba y ver que moviendo la boca consigues una ovación me da mogollón de sensaciones. No es por vanidad, es por compenetración. Es como ver una noria que gira muy deprisa, ves luces y caras pasar muy rápido. Me recuerda al sexo, a cuando haces el amor y te sale bien".

Se inventó el nombre de su grupo inspirándose en el de pila del ex presidente de Estados Unidos Reagan. Buscaba nombres con cualquier excusa. Si estaba en clase mirando a la pizarra, pensaba en "Los Pizarros". Podían haber acabado llamándose cualquier cosa.

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Pedir dinero a papá

Con sus canciones del disco Saca la lengua consiguió poner en alerta a los chicos de su edad, que como él siguen viviendo con sus padres, y gritarles sin ningún tipo de pudor que pidan más dinero a su papá. Ahora escandaliza a las asociaciones feministas con una canción de amor en la que dice que quiere machacar a una chica -"a besos, claro"- y violarla.

"No entiendo cómo las feministas le dan importancia a esto, cuando deberían dedicarse sobre todo a las injusticias de sentencias sobre violaciones por minifaldas. Una minifalda es una cosa preciosa que se ponen las chicas que tienen las piernas bonitas. Yo también me pongo camisetas de tirantes porque me gustan mis músculos. Hay que enseñar lo mejor de cada uno".

Como los incomprendidos legendarios, asegura que nadie ha entendido nada de su letra de violencia y ternura: "Mi madre, que es muy feminista, dice que ella sí lo comprende y que le gusta mucho", añade el pequeño cantante de rock que vive en la casa edificada sobre el terreno que ocupó en su día la iglesia de San Salvador.

Lleva unas botas de ante marrón -en verano- con varios agujeros en la suela de los que se siente orgulloso, aunque se disculpa. "Es que como los compré en una tienda de moda", dice fingiendo voz de pijo, "volví al mes siguiente para comprar otras y ya no las tenían".

A pesar de sus 20 años, ya es consciente de que alguna vez se equivocó. "Hice un vídeo contra la droga porque me dijeron que era un proyecto de todos los músicos españoles y me imaginé que eso iba a ser el "We are the world". Ahora creo que la droga debería legalizarse, la blanda y la dura. No puedes dejar que un tío que es heroinómano se las entienda solo con sus problemas. Hay que ayudarle".

"He aprendido que hay mucha gente mala y que hay que abrir bien los ojos", dice poniendo cara de Bambi. "He aprendido que hay que escuchar porque la gente más mayor se supone que sabe más que tú". "De todas maneras, me gustaría ser más niño. A veces me sorprendo pensando cosas de persona mayor, y no me gusta", dice cambiando la cara de Bambi por la de Peter Pan, aunque, definitivamente, a él quien le gustaría ser es Indiana Jones.

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