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Italia 90

Camerún no habla de derrota, sino de triunfo

Milla y sus compañeros hicieron olvidar por unos días los graves problemas del país

SALIF LONGOU Nunca un partido de fútbol creó tantas expectativas en Camerún como el de su selección con la inglesa. Las ventas de televisores y radios se dispararon días antes y todos los cameruneses, hombres, mujeres y niños, se habían asegurado un lugar desde el que poder seguir de cerca la lucha de los leones indomables por llegar a las semifinales. La derrota, superados los primeros momentos, no se consideró como tal, sino todo lo contrario. A Milla y sus compañeros se les considera unos héroes.

En las pequeñas aldeas, los habitantes se congregaron alrededor del televisor, en muchos casos estrenado para la ocasión, del jefe de la tribu, mientras que en las grandes ciudades recurrieron a la solidaridad de sus amigos más privilegiados para poder seguir el encuentro.Desde varios días antes, el principal tema de conversación de todo Camerún eran las posibilidades de su equipo de llegar a convertirse en uno de los cuatro semifinalistas. Todo era posible después de los éxitos obtenidos en los anteriores encuentros.

La fiebre del fútbol y del éxito llegó a todos los rincones y el país se apresuró a elevar a Milla a la categoría de héroe nacional y a bautizar con su nombre plazoletas y calles.

Los chavales renovaron estos días su amor al fútbol y sueñan con convertirse en grandes goleadores, a imagen y semejanza de las figuras que han elevado al fútbol camerunés a la categoría de campeón.

A la hora del partido, Camerún se convirtió en un país fantasma, enmudecido y paralizado, con la excepción de algunos bares populares al aire libre, en los que sus propietarios habían instalado aparatos de televisión y donde se palpaba la emoción de todo un pueblo.

El primer gol del equipo inglés sembró la inquietud entre los cameruneses, quienes confiaban, sin embargo, en la fortaleza física de sus hombres y en su capacidad de reacción para anular esa ventaja. La inquietud se transformó en optimismo cuando Camerún logró el empate y en una explosión de alegría cuando un magnífico pase de Milla permitió a Ekeke conseguir el 2-1. El buen juego del equipo camerunés hizo soñar a todo el país con la victoria. La silenciosa quietud desapareció de golpe para transformarse en auténtico griterío, a los sones del himno nacional. Pero la ilusión refrenó cuando Lineker transformó un penalti y empató.

Consumada la derrota y tras los primeros minutos de decepción, los cameruneses se lanzaron orgullosos a la calle a festejar el gran juego de sus hombres. La población enarboló la enseña nacional y en todos los rincones se aplaudía y elogiaba la actuación de los leones.

Ya no se habla de derrota sino de triunfo, el de una selección casi desconocida que ha sido la gran revelación y con un juego superior, en muchos casos, al de los maestros.

Los cameruneses sólo esperan ya el regreso al país de su equipo para ofrecerle la mejor de las bienvenidas y agradecerle el éxito. "Gracias, leones", es el sentimiento general de un pueblo al que su selección de fútbol le hizo olvidar durante unos días los graves problemas que padece.

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