Checoslovaquia, clasificada para octavos de final
Checoslovaquia firmó un primer tiempo espléndido en Florencia y accedió a los octavos de final. Luego se retiró a los cuarteles y tuvo que soportar la tozuda presión austríaca, más emocional que ordenada. Esta caída de tensión en las filas checoslovacas borró un tanto el excelente contenido de su juego, pero no hasta el punto de aceptar que el equipo de Venglos ha recuperado en estos dos partidos el viejo crédito de su fútbol.Checoslovaquia, una selección que llegó al Mundial de puntillas, ofreció algunos de los mejores momentos que se han visto hasta ahora en este torneo. Inesperado o no, su fútbol fue magnífico. Todo el trazado de su juego fue delicado, con balones rasos y aperturas veloces, dibujadas por Kubik, el zurdo centrocampista del Fiorentina, y Hasek. Junto a ellos, Chovanec añadía aún más presencia en un centro del campo de altos vuelos. Y adelante dos grandes futbolistas, Skuhravy, poderoso, pero capaz con la pelota, y Knoflicek, un extremo agilísimo, de los que hacen llorar de emoción a los nostálgicos, tan hábil y alegre como es cuando coge la pelota.
Entre todos ellos tejieron una madeja que dejó en muy mal lugar a los austriacos. Sólo el portero, Lindenberger, aguantó la tormenta, pero el gol venía. Chovanec intuyó una mala cesión al portero austriaco y se lanzó con toda su alma por la pelota. Lindenberger corrió, pero llegó tarde, y derribó al centrocampista del PSV Eindhoven, que resultó lesionado en el impacto. Bilek marcó y confirmó la nítida superioridad checa.
La reacción austriaca fue impetuosa en la segunda parte. Checoslovaquia ayudó lo suyo con un repliegue escandaloso. Demasiado tirada atrás, la selección de Venglos permitió un cierto manejo de la pelota a los voluntariosos austriacos. Éstos, sin embargo, no se distinguen por un toque exquisito. Austria pasó el rato con ollazos, a la espera de un remate de Polster, porque Rodax, el nuevo fichaje del Atlético de Madrid, no utiliza la cabeza para rematar.
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