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¡Elecciones!

¡Elecciones libres!", gritó toda Checoslovaquia en noviembre y diciembre del año pasado en las manifestaciones de la revolución de terciopelo, pero pocas de los cientos de miles de personas que expresaban su repudio al partido comunista gobernante sabían qué significan las elecciones libres. Lo que sucede es que las últimas elecciones democráticas en el corazón de Europa se llevaron a cabo hace 44 años. En aquel entonces, el Partido Comunista de Checoslovaquia (PCCh) ganó la mayoría y empezó a crearse el fondo del totalitarismo."¡Elecciones libres!", gritó Checoslovaquia a finales del año pasado y quiso realizarlas lo más pronto posible. Sin embargo, los cerebros prudentes -al frente del entonces líder del Foro Cívico y el actual presidente, Vaclav Havel- recomendaban esperar, despojarse de las emociones y resolver todo por la vía legal. Es decir, aprobando primero una nueva ley electoral y preparando después su convocatoria legítima. ¿A quién hubieran elegido en noviembre los checoslovacos, presos de odio por todo lo rojo, y agitados por habérseles desmoronado las "verdades" y "seguridades" de toda la vida?

"Prometo llevar a este país a unas elecciones libres", declaró desde el balcón del castillo de Praga el recién elegido presidente, Vaclav Havel el 29 de diciembre, y en ese instante el pueblo estuvo seguro de que se celebrarían elecciones. Pero antes el número uno de la primavera de Praga, Alexander Dubcek, tuvo que pasar a presidir la Asamblea federal. Tras largas negociaciones, representantes de las fuerzas políticas decisivas acordaron que las elecciones se efectuarían según el sistema de representación proporcional ya utilizado en Checoslovaquia en las últimas democráticas de 1946.

Hoy y mañana se celebran en Checoslovaquia las elecciones libres. La democracia puesta en marcha -o más bien lo que los checoslovacos se imaginan bajo esa noción- dejó surgir 23 partidos, movimientos y coaliciones políticas que luchan por escaños parlamentarios. La gente tiene donde escoger, pero no lo ve todo claramente. Los partidos tienen programas notoriamente parecidos y no es de extrañar. La situación política en Checoslovaquia cambió en noviembre y diciembre. El disimulado apoyo que la sociedad prestaba al partido comunista antes de noviembre pasado se transformó en un rechazo espontáneo de todo lo que se pueda vincular con el comunismo. En cambio, el Foro Cívico empezó a atraer partidarios casi de forma epidémica, a pesar de que la gente del campo entendía los cambios más lentamente. Según sondeos efectuados en enero, un 70% de los electores se adhería al Foro Cívico.

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En ese momento, este movimiento empezó a desintegrarse. Alguna gente que, como expresó Vaclav Havel, "esperó 20 años escondida a ver cómo terminaba todo" comenzó a pensar en un posible triunfo electoral y se puso a fundar partidos. En este sentido, muchos trataron de aprovechar el repudio anticomunista coyuntural y basaron su propaganda preelectoral en la consigna más simple: la liquidación de las viejas estructuras (por ejemplo, el antiguo satélite comunista, el Partido Socialista Checoslovaco). Otros aprovecharon emociones nacionales y empezaron a construir castillos en el aire basados esas emociones (Partido Nacional Eslovaco, Sociedad para Moravia y Silesia). No pasó al olvido el espíritu tradicional cristiano del pueblo checo y, sobre todo, eslovaco (Unión Democrática y Cristiana), y los demás creyeron que el programa del Foro Cívico podía servir de fuente de ideas para todos. Agregaron algo, quitaron algo y ya existe un aliciente para los electores. Finalmente, surgieron partidos pequeños, coipo el Partido de Amigos de la Cerveza, que, aunque corresponde al carácter checo, atomizan el espectro político y desvían la atención de los partidos más fuertes y de los problemas más urgentes. Es evidente a quién le conviene semejante realidad.

Desgraciadamente, hay muy pocos debates constructivos sobre la concepción del próximo desarrollo del país. En general, los partidos políticos saben lo que no quieren, pero tal vez únicamente el Foro Cívico sepa qué quiere y cómo alcanzarlo. "Sabemos, queremos, alcanzaremos", afirma en sus carteles y, según las últimas encuestas, se lo cree un 42% de los electores. Por otra parte, el espíritu de la campaña preelectoral no fue siempre el de acentuar los rasgos positivos de cada uno, sino más bien el de la acentuación de las deficiencias de los rivales políticos.

No es posible encontrar otro camino para la vuelta de Checoslovaquia a los países avanzados que a través de la economía de mercado y la privatización -en esto han coincidido todos los partidos-, pero pocos saben cómo lograrlo sin grandes sacudidas sociales. Ni siquiera el Foro Cívico promete evitar el paro y la inflación aunque la práctica del Gobierno actual -integrado en su mayoría por profesionales partidarios del Foro Cívico- ha demostrado que los fenómenos negativos se pueden en cierta medida eliminar e incluso que la gente está dispuesta a apretarse el cinturón durante un periodo. Hay hombres que incluso piden reformas aún más duras, pero también hay quienes -con el símbolo de las cerezas en lugar de la hoz y el martillo en su emblema (Partido Comunista de Checoslovaquia)- visitan a los jubilados y personas de las capas sociales más débiles amenazándolas con que con el Foro Cívico se acabarán las seguridades "conquistadas" por el partido comunista.

Más de 11 millones de checoslovacos van a elegir a 350 diputados de las dos Cámaras de la Asamblea federal, 200 diputados al Consejo Nacional Checo y 150 al Consejo Nacional Eslovaco. Todas las encuestas señalan que el Foro Cívico y su movimiento análogo en Eslovaquia, la Opinión Pública contra la Violencia, gozan del mayor apoyo. En Eslovaquia, las iniciativas cívicas están seguidas por el Movimiento Demócrata Cristiano, cuyo socio en la República Checa, la coalición Unión Democrática y Cristiana, ocupa también el segundo lugar.

Es interesante que el partido comunista, con su aproximadamente medio millón de miembros, ocupe hasta el momento el tercer puesto junto al Partido de los Verdes. Los socialdemócratas y otros partidos corren el peligro de no pasar el límite mínimo del 5% de votos estipulado por la ley electoral para participar en los órganos de representación de la futura vida política del país. En este caso se esforzarán después de las elecciones por ganar las simpatías de los ciudadanos para ser elegidos en las elecciones comunales otoñales o primaverales, y dentro de dos años, en las nuevas elecciones parlamentarias.

Sea cual fuese el resultado de las elecciones, queda claro que pocos días después el Gobierno presentará su dimisión y el presidente Havel encargará al nuevo primer ministro formar un Gabinete, cuya composición debería corresponder al resultado de las elecciones. Tras la formación del Gobierno, Vaclav Havel renunciará, cargo y el Parlamento elegirá un nuevo jefe del Estado. En estos momentos se da por segura la nueva candidatura de Havel.

¿Qué espera Checoslovaquia de las primeras elecciones libres después de casi medio siglo? Quiere finalmente volver al mundo al que ha pertenecido desde siempre y del que ha descendido hasta llegar casi al nivel de los países en vías de desarrollo durante un periodo en el que dos generaciones perdieron los mejores años de su vida. Quiere finalmente regresar de los Balcanes a Europa, al mundo de la civilización y tradiciones cristianas, a los países que prosperan políticamente y económicamente. No estar obligada a pedir una limosna en dólares, sino que la familia europea le ayude con un consejo, con una oferta sincera de cooperación. Es posible que durante esta peregrinación de vuelta a Europa los checos y los eslovacos adelgacen bastante, pero así se gustarán incluso a sí mismos.

Jaroslay Richter es periodista.

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