Niños mendigos
Los espectadores de la Feria de San Isidro se encontraban cada día al salir de la plaza de Las Ventas con tres niños, tan chicos que habrían cabido juntos en un canastillo, pidiendo limosna. 0 sea, que, después del petardo taurino, el petardo social. Los espectadores de la Feria de San Isidro se ve que están predestinados a sufrir, dentro y fuera de la plaza.De los tres niños chicos, la niña iba de un lado a otro extendiendo la manita limosnera, un niño se quedaba junto a una puerta musitando lastimosas cantinelas y otro aguardaba la avalancha humana de rodillas, con una caja de cartón al lado, donde las gentes compasivas iban echando los cuartos.
En unas escalinatas que dan acceso a la explanada de Las Ventas, la madre pegaba el último tirón a la conciencia de los espectadores. Les recibía sentada en el puro suelo, dando de mamar a otra niña, y en vez de caja tenía al lado manta gallofera. La niña lleva cuatro años mamando de la misma teta y ya está grandecita para mamar. En realidad, hace ya cuatro años que está grandecita, pero lo que tiene perdido de bebé lo ha ganado en experiencia y se da arte para permanecer amorradita al pezón haciéndose la dormilona. Algunos espectadores de la Feria de San Isidro han visto más veces esa teta que la de su propia parienta, porque hay maridos que no cumplen como es debido en casa, pero luego son muy mirones y encima se van a los toros.
Niños pidiendo y mamando deben de ser rentables o no los tendrían feria tras feria exhibiendo miserias a la salida de la plaza de Las Ventas. Todo el que pone una moneda en la manita de la niña, en la caja del niño en la manta gallofera de la madre a lo mejor se libera de remordimientos, pero lo que realmente hace es confirmar la rentabilidad de los niños y condenarlos a mendigar, harapientos, de rodillas o agarrados a un pezón.
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