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El derecho a gritar

Los árbitros de tenis tienen una lista de obscenidades en varios idiomas

El circuito profesional del tenis, el ATP Tour, se ha propuesto socavar una de las máximas que rigen en el comportamiento humano, precepto sobre el que, además, descansa buena parte de la actitud francesa ante la vida: "Aquello que uno no puede decir, tiene siempre el derecho de gritarlo". La descalificación de John McEnroe (EE UU) en el Open de Australia a principios de este año por un delito de obscenidad audible (abuso de palabras obscenas) fue el primer aviso, la primera señal de la radical y contraria actitud de los jueces árbitros hacia la incontinencia verbal de los tenistas.

La postura no es nueva. Desde hace años, hombres como el propio McEnroe o su compatriota Jimmy Connors han cargado con las consecuencias de su explosivo temperamento. La novedad está en que, esta temporada, los árbitros de cualquier torneo disponen de un extensa lista de insultos, improperios y obscenidades confeccionada oficiosamente por el ATP Tour. El objetivo no es otro que evitar que un juez, sin importar su nacionalidad, sea vituperado impunemente por uno de los contendientes en una lengua desconocida para él.La lista, susceptible de ser modificada y ampliada, se compone de 156 vocablos malsonantes, repartidos entre nueve idiomas: inglés (28), francés (25), italiano (20), holandés (19), portugués (18), alemán (16), español (10), sueco (10) y checo (10). Los vocablos utilizados en español suelen ser: jódete, puta, mierda, culo, maricón, cojones, burro, hijo de puta y cornudo. La lengua de Cervantes es, para los puristas de la ATP, una de las más inocentes del circuito.

A partir de tan curiosa relación, cuya riqueza léxica nadie discute, los jueces pueden imponer, según las circunstancias, duras sanciones a un jugador, que van desde la descalificación a la multa económica. Así, en un torneo pequeño, sin apenas relevancia, espetar alguna inconveniencia puede suponer el pago de 250 dólares (unas 25.000 pesetas) por parte de cualquier tenista irreverente. Si la prueba está incluida en el Grand Slam, la sanción puede alcanzar 1.000 dólares (unas 105.000 pesetas).

Con 'tele', más dureza

Pero eso no es todo. Si la infracción se produce en voz alta, en una pista central y ante las cámaras de televisión, el castigo crece hasta 1.500 dólares (unas 150.000 pesetas). El tope se alcanza cuando es el árbitro quieri recibe el insulto. Ahí no hay'perdón posible y el malhablado deberá separar de sus ganancias 5.000 dólares (unas 500.000 pesetas).A partir de ahora, el duro trabajo de Noel Combastel, célebre juez árbitro de Roland Garros que se dedicaba a anotar en una hoja todos los insultos que oía durante un partido, no tendrá sentido. Uno de los actuales jueces, que prefirió mantenerse en el anonimato porque, según dijo, su trabajo no consiste en aparecer en la prensa, consideró que la extensa lista preparada por el ATP Tour es, simplemente, indicativa, aunque necesaria: "Por supuesto, no vamos todo el día con ella en el bolsillo, pero resulta útil cuando el partido se complica y algún jugador pierde los nervios".

Caballerosidad

La misma fuente explicó que hace unos cinco años se repartió -entre los árbitros una relación de terminos injuriosos, aunque no tan completa como la actual: "No es una lista oficial, ni tampoco las sanciones se aplican matemáticamente. Se trata de evitar que este deporte pierda el fair play que lo caracteriza, pero sin llegar a posturas radicales. Toda norma ha de tener un margen de permisividad".Los jugadores, por su parte, consideran un tanto excesiva tanta precaución, además de discriminatoria. "McEnroe siempre dice que él recibe más sanciones que nadie porque todos los jueces saben inglés y reconocen sus insultos. Sin embargo, un checo o un búlgaro, por ejemplo, pueden decir lo mismo sin que se entere eljuez", comentó a EL PAIS Javier Sánchez, último representante español en el individual masculino de Roland Garros. "Además, no creo que un árbitro deba estar pendiente de una lista para saber qué dice un jugador. Cuando un tenista insulta a un árbitro, éste lo sabe, sea la lengua que sea", añadió. La opinión de Javier coincide con una vieja norma de caballerosidad que dice que un verdadero caballero es aquel que no hiere jamás los sentimientos de los demás sin hacerlo expresamente.

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