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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Paradojas árabes

EL MUNDO árabe tiene de todo menos homogeneidad. Y, como no podía ser de otra manera, los últimos años han marcado con creciente claridad las profundas diferencias políticas existentes en su seno. Sólo el tema de Israel es capaz de unir sus voces. Y así fue de nuevo por un breve instante: cuando el régimen de Bagdad anunció el pasado marzo que disponía de armas químicas suficientes para arrasar la mitad de Israel -tras la ignominiosa ejecución del periodista británico de origen iraní Farzad Bazoft-, los restantes países árabes se apresuraron a mostrar su apoyo. Sadam Husein, el apestado de la zona, había conseguido, una vez más, convertirse en lo que The Economist llama "un héroe panárabe".La apariencia de unidad, sin embargo, se manifiesta sólo cuando se trata de contestar con alharacas -no con actos- lo que los árabes consideran una provocación de un enemigo exterior. A la hora de adoptar decisiones con consecuencias políticas reales, las contradicciones internas pueden más que la acción concertada frente al enemigo común. Así ha ocurrido con la cumbre extraordinaria de jefes de Estado que acabó el pasado miércoles en Bagdad sin llegar a conclusión alguna sobre los problemas que les afectan. Ni siquiera llegaron a un acuerdo sobre el texto a enviar a Bush y Gorbachov sobre la cuestión palestina.

La verdadera razón por la que la cumbre había sido convocada apresuradamente fue para ocuparse de los dos problemas principales que aquejan a los territorios ocupados de Gaza y Cisjordania: el continuado apoyo de EE UU a Tel Aviv y la permisividad de las superpotencias con la política de emigración no restringida de los judíos soviéticos a Israel.

¿En qué ha quedado todo? En una piadosa y sólo formalmente severa condena de EE UU por su apoyo a Israel, y en una modesta alusión a la URSS por la política de emigración de judíos soviéticos. Las incertidumbres en torno a la actitud política a adoptar frente a las insensateces de Israel devalúan la fuerza que tendría una presión continuada, unánime y, sobre todo, pacífica de la comunidad árabe en la búsqueda de la única solución posible al problema palestino: la negociación. La cumbre árabe de Bagdad ha vuelto a perder el tren de la oportunidad.

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