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Dirk Bogarde

El actor británico vuelve al cine tras 13 años de retiro

Dirk Bogarde se fue del cine en la plenitud de su carrera. Durante este largo tiempo ha escrito novelas, ensayos, comedias y una autobiografía. Vivió solo en una especie de misantropía bondadosa, no airada, de origen impreciso pero real, pues algo así no se puede fingir durante 13 años ininterrumpidos.Hace unos meses, Andrew Birkin, hermano de la actriz Jane Birkin, atravesó su fortaleza y le llevó, en nombre de su hermana, un guión de Colo O'Hagan, ex mujer del cineasta francés Bertrand Tavernier Había un mensaje de la actriz: "Lo interpretaré si es con usted". Dirk Bogarde respondió con otro: "Haré la película si la dirige Tavernier" La película, Daddy nostalgie, ha sido presentada esta semana en el marco del Festival de Cine de Cannes: no es cosa del otro mundo, pero en ella Bogarde y Birkin bordan un dúo amoroso magistral y lleno de elegancia entre un padre y una hija.Bogarde pasa por detrás de las cámaras caníbales de la televisión y camina cabizbajo envuelto en la misma aureola melancólica de sus últimas creaciones en Muerte en Venecia, Desesperación y Providence, donde fue dirigido por Visconti, Fassbinder y Resnais. No es fácil separar a este hombre de las huellas imborrables que ha dejado en el cine europeo. Pero él dice: "Me siento un principiante. Trece años son mucho tiempo para un actor. Siento que empiezo desde cero. Cuando un actor está callado durante mucho tiempo, tiene la sensación de haber perdido la voz".Pero ¿por qué tan largo silencio? "Accidentes íntimos". Con sólo dos palabras, Dirk Bogarde excava, en el aire viciado de una abarrotada sala de prensa, un foso de silencio. Y éste se oye. El signo del actor de genio es la creación de sflencios audibles.Ha envejecido, pero parece de esos individuos a quienes los años acentúan la identidad. Conserva la misma mirada, unas veces concentrada y otras perdida, que transita sin tiempo intermedio entre el desamparo de un enfermo de amnesia y la hosquedad de un niño vengativo. Parece cohibido, casi asustado, a punto de echar a correr, ante la presión psicológica de los focos y los parpadeos de los fiases de los fotógrafos que lo ametrallan durante la conferencia de prensa de la presentación de su película. Sin embargo, no huye. Se queda. Mira desconfiado a su silla antes de sentarse en ella con una extraña y meticulosa cautela.

Alguien le hace una pregunta completamente estúpida. Bogarde tuerce el cuello para poder mirar de soslayo al desafortunado interlocutor y pone la mano en forma de trompeta, haciéndose el sordo, sobre la oreja izquierda: "¿Qué dice? Me temo que me va a ser más dificil volver que me fue irme".Pocos captan la feroz burla de esta respuesta a nada y a nadie. Bogarde ahora baja la mano de la oreja. ¿Qué grado de afinamiento en la esgrima del gesto hace falta para borrar del mapa a otro hombre con el simple desplazamiento irónico de una mano? La mano baja a ocultar la boca del actor, para que todos veamos a sus ojos, increíblemente locuaces, partirse de risa. Y el viejo comediante vuelve a ser, de pronto, aquel joven de El sirviente, aquel diablo de mirada esquinada capaz de convertir a un interlocutor molesto en un felpudo y hacerle creer que, limpiándose los zapatos en él, lo acaricia.

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