Renfe no tiene remedio
Toda la Prensa ha recogido el accidente registrado el domingo día 1 entre las localidades manchegas de Santa Cruz de Mudela y Peñalajo. Un camión que circulaba por la carretera N-IV cayó a la vía y colisionó con el Talgo Madrid-Almería. El tráfico ferroviario fue interrumpido. Los viajeros del convoy siniestrado y los de los trenes afectados fueron trasladados a sus puntos de destino en autobuses. La información, hasta aquí, del todo correcta.Lo que ningún medio de comunicación sabe son las condiciones con que Renfe trató a los viajeros afectados. Si el accidente se produjo alrededor de las seis de la tarde, hasta las 19.30. los que viajábamos en el Talgo Almería-Madrid no supimos a qué se debía la larga parada que sufríamos en la modesta estación de Almuradiel. El interventor-revisor prometió darnos noticias en 45 minutos de lo que ocurría y las medidas a tomar. Alertó al pasaje de que el retraso podía durar entre una y siete horas.
Los 45 minutos transcurrieron, y hubo de pasar otro tanto para que volviera a los vagones y anunciarnos la próxima llegada de autocares, a los que, según sus palabras, subirían primero los viajeros que tenían que realizar trasbordos y después las mujeres y los niños. Éstas fueron sus últimas explicaciones, puesto que ya en las tres largas horas en que las 400 personas tuvimos que esperar, incomunicadas -incluso por teléfono- en la estación de Almuradiel, tuvimos por parte de Renfe.
Un grupo organizado de japoneses estaba desconcertado, porque nadie de Renfe les explicó qué pasaba. A los innumerables ancianos (ni siquiera puede decirse que fueran tercera edad) que viajaban en el tren, nadie de Renfe les ofreció una silla, una palabra de aliento, ni mucho menos un café.
El interventor-revisor, agobiado y desbordado hasta sorprendernos, optó por subir al tercero de los autocares, que, pese a su antigüedad y precarias condiciones, iba a realizar las paradas que faltaban hasta llegar a Madrid. Dejó a su suerte, en Almuradiel, a parte del pasaje, y al llegar a Alcázar de San Juan bajó del vehículo calladamente, sin pedir ningún tipo de disculpas, y abandonó también a su suerte a los ocupantes con el conductor del autobús, que desconocía el itinerario para llegar a Chamartín.
En la estación madrileña, la llegada del último autocar de este desdichado viaje se registraba a las 2.30 del día siguiente, con casi cinco horas de retraso. Nadie de Renfe se interesó por el estado de los viajeros. Viajar con Renfe antes y desde luego ahora no mejora el tren de vida, como aseguran los spots con que nos engañan desde la televisión.
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