La cola
Más de medio millón de personas han hecho cola durante dos meses largos en el Museo del Prado para ver las pinturas de Velázquez. A quienes estuvieron allí les compensó el sacrificio, pues gozaron el arte y ahora saben de Velázquez más que antes de entrar en el museo.Además, han dado el ejemplo de lo que es guardar cola civilizadamente. La inmensa cola de Velázquez no tenía ningún parecido con las antiguas colas donde proliferaban los desaprensivos que pretendían colarse. Algunos eran tan hábiles que llegaron a sentar cátedra. Uno se colaba en el fútbol por el procedimiento de echarse al hombro una barra de hielo y entrar gritando "¡Ojo, que mancho!"; otro se colaba en los toros por el procedimiento de llevar un estuche de clarinete, y le tomaban por músico. Otro distraía al portero cuchicheándole una parrafada ininteligible y mientras tanto se iban colando por detrás los amiguetes.
En el velatorio de Franco, cuyas colas atravesaban Madrid, sirvió hacerse pasar por sobrino del almirante Carrero, y en las del aceite de la po-sguerra, por inspector de Abastos, hasta que los porteros respectivos cayeron en la cuenta de que Carrero no podía tener 14.521 sobrinos, ni Abastos 61.424 inspectores.
Aquéllas del velatorio y del aceite eran colas de mucho fundamento. La de Velázquez también lo ha sido, claro, aunque con notables diferencias. Por ejemplo, a Franco los colistas sólo tenían oportunidad de verle ese día, pues le iban a enterrar, y en la posguerra sólo daban 1/8 de aceite por persona, y aun eso a los primeros de la cola. En cambio Velázquez lleva años en el Museo del Prado, más los que te rondaré, y si falta La Venus del espejo da igual, pues están Las meninas, que son feas pero honradas, y ése es el gran cuadro de Velázquez. 0 sea, que para ver la cumbre de la pintura no hay necesidad de guardar cola días enteros, ni de echarse una barra de hielo al hombro, ni nada.
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