La Europa ribereña
El desplome de Tokio se interpretaba ayer en Barcelona más como el último hálito de esperanza que como un presagio de tormenta arrolladora. En los ambientes bursátiles se impuso la peregrina noción de una hipotética reacción inversora si los capitales huidos del Pacífico acaban recalando en los mercados ribereños de la Europa meridional. Las bajas de ayer volvieron a cebarse en algunos valores textiles con peligrosos paralelismos entre los ratios bursátiles y las tasas de rentabilidad. En cuanto a los bancos, la situación empezó como un goteo y puede acabar siendo una cascada. La depreciación de los grandes es directamente proporcional a su deserción, obligada por la prohibición de manejar autocarteras.
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