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Novedad y continuidad histórica

Opina el autor del texto que el Centro Democrático y Social, que surge como nuevo proyecto en 1982, trata de aunar la novedad política con un entronque con la tradición centrista y progresista de España, con un regeneracionismo actualizado.

En febrero de 1990 ha tenido lugar, en Torremolinos, el III Congreso Nacional del Centro Democrático y Social (CDS). Congreso, como es usual en todos los partidos políticos, especialmente en estas coyunturas de cambio, revisión y refundación, que ha producido posiciones encontradas, divergencias de fondo o sectoriales y acuerdos finales.De las 11 ponencias que se presentaron (política económica, política social, cultura y sanidad, política ecológica e infraestructura, servicios institucionales básicos, política exterior y de defensa, política autonómica, desarrollo constitucional, política de juventud, ponencia de organización y ponencia política), las dos últimas -como es también habitual- fueron las más debatidas. Me referiré en estas notas a esta última, por haber sido uno de sus ponentes, y porque, con razón o sin ella, ha motivado más repercusión pública y comentarios diversos. Repercusión -todo hay que decirlo- más fundada en declaraciones de algunos dirigentes del CDS, que resultado de la lectura sosegada de la propia ponencia. A las ponencias de los congresos partidistas, por destino lúdico de los dioses, le ocurre lo mismo que a los programas electorales: suelen leerse poco.

Señas de identidad

Teoría y práctica, como decían los clásicos ahora innombrables, es decir, ideología y estrategia, van muy unidas. Convertir la ideología en estrategia (todo es estrategia) lleva a mistificaciones interesadas o, en ciertos casos, a un cinismo solapado de pragmatismo funcional. Elevar la estrategia a ideología (todo es ideología) es caer en un utopismo libertario y doctrinario. Un partido político con responsabilidades públicas, de gobierno o parlamentarias, tiene que conjugar lo más coherentemente posible sus supuestos ideológicos con una estrategia razonable y adecuada. Esto implica, entre otras cosas las siguientes: formalizar y centrar objetivos, asentar claramente señas de identidad, precisa los caminos más idóneos. Las coyunturas internas e internacionales, es decir, las demandas sociales, son datos a tener muy en cuenta en todo proyecto político de cualquier partido. La nueva década que ahora comienza será sin duda de grandes cambios en los sistemas políticos y, concretamente, en la vida de los partidos -en el este y en el oeste europeos-. Los partidos, en cuanto canales de participación política y social, tienen que actualizarse; y esto significa revisar, redefinir e, incluso, refundar: adaptarse a la realidad y, en su caso -como el CDS, en cuanto partido progresista- trasformar la realidad. Cambio que se asienta, como punto de partida, en las iniciales señas de identidad que han dado sentido y legitimación a un partido de centro-progresista.

Tal vez en estas consideraciones personales pueda resumir histórica e ideológicamente este cambio desde la continuidad.

La referencia al proceso de la transición democrática es inevitable. La transición, obviamente, fue el punto de partida legal para formalizar y hacer operativo nuestro sistema democrático de partidos. Derecha e izquierda, aún dentro de sus divisiones y tendencias, y desde la oposición parlamentaria, fueron los primeros en buscar y renovar sus señas de identidad ideológicas y políticas, dentro del tradicional marco histórico español. El centro político de aquellos años fue la UCD: como partido de poder tendrá, al mismo tiempo y fundamentalmente, un carácter instrumental: la prioridad, y prioridad conseguida, era la de canalizar eficazmente la transición política hacia la democracia. Desde mi distancia objetiva, la UCD no fue de forma estricta un partido sino un conglomerado de grupos políticos heterogéneos. No pretendía ser un partido tradicional o clásico, sino un partido instrumental para hacer viable, mediante negociaciones y acuerdos, con participación de sectores ideológicos diferenciados, un cambio político pacífico y de reconciliación nacional. A este objetivo genérico se añade una estrategia adecuada: ofrecer, frente a la ruptura radical, de forma y contenido, la ruptura pactada, encubierta de reforma jurídica y política. Con algunas discrepancias legítimas pero minoritarias, este proyecto es asumido -aunque no protagonizado- por la oposición democrática antifranquista. Adolfo Suárez será el dirigente político que, con las naturales dificultades, logre este acuerdo general y que, durante la transición, logra mantener este conjunto de grupos.

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Terminada la primera transición, UCD se disuelve o autodisuelve: su objetivo estaba cumplido. Podía, sin duda, haberse institucional izado, pero dada su diversidad ideológica y las banderías personalistas esto no era más que un voluntarismo bien intencionado. A la UCD, en cierto sentido, le ocurrió lo mismo que al PSP, en donde yo militaba con el profesor Tierno Galván: había realizado su finalidad política. El PSP, junto con otras fuerzas políticas, preparar, durante años, la transición; la UCD, hacerla.

Nuevo proyecto

El CDS surge en 1982. Evidentemente, con el mismo líder de la UCD (Adolfo Suárez), y con otros amigos suyos de este partido-instrumental para la transición. Pero también, y sobre todo, con nuevas generaciones, ajenas a la UCD -hoy, la mayoría- y con personas procedentes de otros campos ideológicos. Y nace ya, y esto es un nota diferenciada, como un nuevo proyecto político. En la historia contemporánea española, el fenómeno del centrismo progresista, situado en soportes sociológicos de la burguesía ilustrada, no conservadora, ha sido una gran constante: desde la Liga para la Educación Política al radicalismo liberal de Azaña. El centrismo progresista ha querido, con mayor o menor éxito, objetivar siempre algo real: huir de las polarizaciones y, de forma positiva, defender beligerantemente las libertades públicas, el Estado de derecho y una cultura secularizada: la lucha, en definitiva, por una sociedad civil abierta. Regeneracionismo y neo-regeneracionismo han sido -y siguen siendo hoy- las bases de esta opción política de progreso y de cambios. Entre la derecha conservadora y la izquierda histórica hay un espacio político-social indudable. Espacio con demandas concretas, con objetivos precisos, con una ideología sustantiva de cambio. Definir y redefinir todo ello, y por tanto actualizarlo, constituye la gestión política de un partido. Tal es el caso del CDS.

El CDS, en este orden de cosas, pretende desde este planteamiento de novedad partidista y de continuidad histórica dar sentido y encauzar este bloque social progresista, ayudando así a establecer una democracia avanzada.

es diputado europeo, miembro del Comité Ejecutvo del CDS.

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