Estrategia sindical y concertación
Considera el articulista que uno de los elementos más significativos de la nueva estrategia sindical es el de la unidad de acción, que arropa con mayor fuerza a la parte sindical en las negociaciones a la vez que impide una concertación de carácter clientelar, frenando las tentaciones del poder hacia los sindicatos.
En un reciente artículo (EL PAÍS 11 de enero) hice referencia a algunas de las circunstancias que habían propiciado la existencia de un contexto diferente para la concertación social.Desarrollaba entonces mi razonamiento atribuyendo el hecho a tres causas principales: en primer lugar, a las mayores dificultades políticas del Gobierno, junto al recrudecimiento de ciertos desequilibrios macroeconómicos; en segundo término, a la mejor percepción y comprensión de las demandas sindicales por parte de la sociedad; finalmente, a la aceptación por el Gobierno de un método de negociación más flexible y operativo.
Lo que en aquellas fechas era sólo un talante distinto se ha materializado con posterioridad en acuerdos concretos. A ello ha contribuido poderosamente la adaptación que ha experimentado la estrategia sindical. Sobre ésta y sobre sus efectos positivos para el proceso de concertación pretendo reflexionar en esta ocasión, completando así el análisis relizado en aquel artículo.
En efecto, las organizaciones sindicales tienen en la actualidad una estrategia más articulada, con un horizonte que por primera vez se orienta unitariamente al medio plazo y cuyos ejes son la Propuesta Sindical Prioritaria (PSP), la autonomía, la unidad de acción y la recuperación de un mayor protagonismo en la acción sindical de empresa. Paso seguidamente a comentarlos.
La PSP ha significado descender de las exigencias genéricas de los sindicatos a demandas concretas. Pasar del giro social a las 20 propuestas. Es, por tanto, más negociable. Es también más posibilista, ya que no pretende de forma inmediata y perentoria el cambio de la política económica y social del Gobierno, sino alcanzar mejoras en esa dirección. En suma, la plataforma de los sindicatos contiene una profunda carga reformista, es más propositiva que declarativa y sobre todo es perfectamente realizable.
Sentido de la realidad que es, por otra parte, consustancial al sindicato, que nunca ha tenido por filosofía fortificarse en la simple denuncia a la espera de ver pasar el cadáver del enemigo ni montar guardia sobre un cementerio de agravios. Por el contrario, el objetivo de los sindicatos siempre es conseguir mejoras sin tener por ello que renunciar a sus propias posiciones ni legitimar políticas que no comparten. La expectativa de pasar años sin lograr acuerdos positivos con el Gobierno o con los empresarios nunca ha sido un horizonte gratificante para las organizaciones sindicales.
La PSP supone igualmente una, estrategia sindical más articulada. No tiene al Gobierno como único interlocutor, es multidireccional. Lo que por un lado descongestiona la negociación y por otro favorece la acción sindical en pro de los mismos objetivos desde diversos ámbitos, de la empresa a la interlocución con el Gobierno.
Distintos ritmos
Además los sindicatos han incorporado a su estrategia una gestión más afinada del tiempo, como queda reflejado en la PSP. Así, plantean distintos ritmos de consecución para sus reivindicaciones en un escenario que contempla combinar logros inmediatos con actuaciones a medio plazo. Las organizaciones sindicales han extraído, entre otras, una enseñanza clara del pos-14-D: alcanzar determinados objetivos, sobre todo aquellos más estratégicos, requiere tiempo, perseverancia, un gran esfuerzo de popularización de las reivindicaciones y, por supuesto, un contexto favorable.
Junto al mejor dominio del tiempo, los sindicatos han sabido utilizar a su favor la fuerza del lenguaje. Conceptos como giro social o deuda social han pasado a formar parte de las expresiones coloquiales y se han convertido en una losa política para el Gobierno. Esta cuestión me recuerda lo que un veterano sindicalista me decía durante las luchas sindicales del otoño del 69 en Milán: para que las grandes reivindicaciones sindicales tengan éxito es imprescindible que en los bares sean tan comentadas como las jugadas del equipo local.
Aunque probablemente la culpa de este súbito interés sindical por el lenguaje la tenga Gorbachov. Si con base en dos palabras, glasnost y perestroika, se puede desencadenar la gran revolución democrática de los países del Este europeo, debe ser también posible, habrán pensando los sindicatos, hacerle comprender al Gobierno que el famoso margen tiene, como los ríos, dos veredas: la derecha y la izquierda.
Por otra parte, el esfuerzo realizado por las organizaciones sindicales para reafirmar el carácter netamente sindical de sus peticiones ha terminado imponiéndose. La autonomía sindical se ha reforzado y las discrepancias se han hecho más transparentes al desembarazarse de connotaciones partidarias. El conflicto entre sindicatos y Gobierno se ha desprendido del componente familiar socialista que lo desvirtuaba y convertía en querella política lo que eran demandas sociales. Se ha avanzado así hacia una mayor normalización institucional en las relaciones entre el Gobierno y los sindicatos. Lo que sin duda resulta deseable cualquiera que sea el Gobierno democrático que en cada momento exista.
Unidad de acción
El elemento más significativo, sin embargo, de la nueva estrategia sindical lo constituye la unidad de acción, que tiene indudables virtualidades de cara al asunto que nos ocupa. Obviamente porque dota de mayor fuerza a la parte sindical en las negociaciones, pero también porque impide una concertación de carácter clientelar en la que lo importante termina siendo no lo que se pacta, sino con quién. Frena, en consecuencia, las tentaciones utilitaristas del poder hacia los sindicatos, a los que se tiende a contemplar como instrumentos para la legitimación de las políticas gubernamentales. Obliga a los propios sindicatos a una dinámica más sindicalizada y menos dependiente de los intereses partidarios, estén éstos ubicados en el poder o en la oposición.
Los vaticinios tampoco se han cumplido en este tema. Los que alertaban sobre los peligros de que la unidad de acción sindical derivase hacia la confrontación política y la fagocitación de la estrategia negociadora de UGT no han visto realizadas sus profecías. Por el contrario, la unidad está fácilitando la negociación y al mismo tiempo centrando la acción sindical. Por la simple razón de que la unidad de acción nunca puede ser, si quiere perdurar, un frente de oposición y desgaste sino una palanca insustituible de autonomía y dinamización sindical.
Finalmente, la estrategia sindical, después de un largo período en el que ha primado la centralización en la negociación colectiva, busca relanzar el protagonismo de la acción sindical a niveles sectoriales y de empresa, con un triple objetivo.
Triple objetivo
Por un lado, los sindicatos están decididos a recuperar una mayor incidencia sobre las relaciones de trabajo, en un contexto que de manera creciente trata de marginar la interlocución sindical. Así, millones de trabajadores quedan fuera de la tutela de la ley o del convenio pura y simplemente porque no les son aplicados. El mercado de trabajo se parece a una jungla. La modificación de condiciones de trabajo de forma unilateral o bien pactada directamente con el trabajador, al margen de la negociación colectiva, es cada vez más frecuente. Aumenta el número de trabajadores que están fuera de convenio, así como la parte de la masa salarial que se canaliza sin ningún tipo de negociación.
Por otro lado, la estrategia sindical pretende mejorar los contenidos de la negociación colectiva. En el pasado la negociación centralizada ha reducido de hecho las materias objeto de negociación en los convenios, primando en exceso los contenidos salariales. Cuestiones esenciales como la salud laboral, la formación continuada, las condiciones de trabajo, los derechos sindicales o el incremento de la productividad de las empresas han sido objeto de un tratamiento colateral. Lo cual no es satisfactorio para los sindicatos, y a la larga tampoco es bueno para la competitividad de las empresas.
Esta reubicación de la acción sindical se dirige, en tercer lugar, a lograr una mayor articulación entre los diferentes niveles de la negociación colectiva. Pasando de una fase en la que casi todo venía cerrado desde los acuerdos centrales a otra en la que la centralidad negociadora se sitúe en los sectores y en las empresas. Dejando para los acuerdos marco, como su propio nombre indica, la delimitación de criterios generales y el tratamiento de cuestiones estructurales como, por ejemplo, el establecimiento de un sistema de mediación, conciliación y arbitraje.
En conclusión, no es sólo el nuevo talante del Gobierno el que está permitiendo volver a concertar determinadas cuestiones que antes se negaban. También el esfuerzo estratégico realizado por los sindicatos está contribuyendo poderosamente a ello.
En cualquier caso, y sea cual sea el balance final de los acuerdos, lo que parece indudable es que se ha establecido un escenario o modelo notablemente diferente de lo que hasta ahora se ha entendido por concertación social y, en consecuencia, en un contexto en el que las eventuales discrepancias encuentren cauces más fluidos y permanentes de diálogo y negociación.
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