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Temblores en Japón

El pasado domingo, el pueblo japonés acudió a las urnas y volvió a ratificar su confianza al partido en el Gobierno, el liberal PLD ... Aunque la pérdida de escaños de esta formación política ha sido significativa, un resultado adverso hubiera significado un terremoto político, con su lógica influencia en la economía nipona.

La imagen de un terremoto, sin embargo, pierde mucha de su fuerza cuando uno pone el pie en aquellas islas. Me formulaba yo esa metáfora mientras esperaba el avión de partida en el aeropuerto de Narita y la tierra se movió perceptiblemente dos o tres veces. Nadie se inmutó.Para nosotros los extranjeros, lo importante es que la economía nipona siga siendo un centro de prosperidad y estabilidad. Las expectativas económicas son de un crecimiento del 4,5% en 1990, comparado con un 4,6% en 1989; son de una inflación a la baja, un entero menos en 1900 que el 2,9% del año anterior; y son de un yen más fuerte, un superávit comercial menor, y, un tipo de interés básico menos crecido que el 4,25% actual.

La fuerza de las peculiares costumbres y tradiciones de aquel imperio. Un primer ministro gana las elecciones por mayoría absoluta y tiene que abandonar la poltrona... Un ministro de Asuntos Exteriores manchado por el asunto Recruit era su máximo rival... Una mujer, en la sociedad en la que las esposas andan un paso detrás de sus maridos, una mujer que encabeza a los socialistas en el país de la empresa privada, reunía las mayores posibilidades de infligir una derrota al partido del Gobierno.

La ocasión en que me explicaron algunos de los arcanos de la política japonesa no podía ser ella misma más extraña para un europeo. Cenábamos en un comedor de estilizada decoración ocho hombres solos. Nos habían despojado no sólo de nuestros zapatos al entrar en la casa, sino imperiosamente también de las zapatillas al acercarnos a la mesa. Al sentarnos descubríamos que una gloria confortaba nuestras extremidades. Refinada geishas servían mínimos manjares. La delicada muchacha que me atendió más especialmente me enseñaba a hacer orientales pajaritas de papel. Todo adquiría un aire de inocencia improbable y en ese ambiente las costumbres políticas japonesas se revestían de naturalidad.

La razón por la que el PLD se ha tambaleado al borde de la minoría parlamentaria es la creciente intolerancia de la corrupción financiera y sexual de los políticos por parte de la opinión pública de Japón.

Durante la presidencia de Kakuei Tanaka quedó probado que el primer ministro mismo había aceptado fondos de la sociedad aeronáutica norteamericana Lockheed por apoyar la venta de los productos de esa compañía en el Ministerio de Defensa nipón, lo que resultó en la dimisión de ese mandatario y su condena a cuatro años de cárcel. Luego, bajo la presidencia de Yashuhiro Nakasone, se descubrió que el dueño de la sociedad Recruit regalaba paquetes de acciones de su sociedad a los mandamases del PLD,.

Designado para presidir el Gobierno Sosuque Uno, por no estar implicado en el asunto Recruit, resultó ser hombre que compensaba su poco atractivo para las mujeres con fajos de billetes y violencia física. Este último, caso consiguió despertar la indignación de las votantes femeninas, hasta ese momento silenciosas y resignadas, en las elecciones parciales al Senado en 19119.

La concepción del proceso político como una lucha de oligarquías es normal en un país tan jerarquizado como Japón, que ha pasado de la lucha de las grandes familias feudales a la rivalidad de las empresas gigantes y de las familias políticas del PLD, con toda naturalidad.

Otro rasgo semifeudal del sistema político explica la gran necesidad de dinero de los partidos. La forma de conseguir votos no es la de realizar grandes campañas de publicidad: de hecho, es ésta la primera elección general en la que la televisión está desempeñando algún papel -¡en el país de la electrónica!-. La forma de atraer votos es la de acudir a bodas y banquetes con regalos para los novios y los anfitriones, así como la de hacer favores empresariales a los electores de la circunscripción. Si, además, se recuerda que los candidatos luchan con otros candidatos del mismo partido en cada provincia electoral (como ocurre con las elecciones al Senado en España), se comprenderá que los bolsillos de los políticos japoneses no tienen fondo. Parece pues que la tradicional separación entre el mundo político y la actividad económica se va a mantener. En especial se espera que el Banco de Japón continúe con su política antiinflacionista.

El banco central elevó el tipo de interés de referencia a finales de 1989 en medio punto, de 3,75% a 4,25%. El tipo de interés del mercado está mucho más alto, en una plusmarca de 7% para los certificados de depósito bancarios. Esto indica que el mercado espera un tipo de referencia del 5% nada más pasadas las elecciones.

Es cierto que en apariencia la reciente subida de la tasa de inflación de un 1 % a un 2,6%, se ha debido a la introducción de un nuevo impuesto sobre el consumo del 3%, lo que a nosotros nos parece modesto, pero irrita gran demente a los japoneses. Hay temor de que la inflación se eleve aún más si no se toman medidas monetarias, en especial para detener la caída del yen.

Sin duda le pesan a Miyeno, gobernador del banco, los bajos niveles a los que ha caído el tipo de cambio. En una economía tan productiva como la japonesa, el banco central tiene que elegir entre dos caminos: o bien permite una apreciación de la moneda nacional frente a las extranjeras, o bien causa una subida de los precios interiores, en especial de los inmuebles, los servicios y los bienes de consumo protegidos con aranceles.

Los grandes almacenes

El segundo camino es el que ha elegido el banco, con desagradables consecuencias políticas para el Gobierno. Tal me hacía notar el embajador Barcia Trelle5 durante nuestra visita a unos grandes almacenes, ese extraordinario invento japonés.

La carestía de los alimentos protegidos frente a las importaciones de EE UU principalmente, el coste de los transportes y los niveles astronómicos a los que han llegado los precios de los inmuebles están enfadando a la clase media urbana. Era Japón, desde la reforma agraria tras la 11 Guerra Mundial y la ruptura de los grandes cárteles industriales, un país en el que las diferencias salariales y de fortunas eran pequeñas. La subida del valor de los bienes raíces ha creado multimillonarios al azar, con disgusto de quienes viven estrechamente y trabajan de sol a sol y sin casi vacaciones.

El lector que aún mantenga despierta la atención habrá notado con sorpresa que proclamo los grandes almacenes, o depaato, como los llaman ellos, un inv9nto japonés. Pues sí: el almacen Mitsukoshi abrió sus puertas al público en 1673, bajo el nombre de Echigo-ya.

Son lugares sorprendentes aun para quienes hayamos visitado los grandes shopping centers de Florida o Chicago. Los niños pueden quedar jugando en las guarderías del último piso. El padre puede adquirir acciones cotizadas en las bolsas de todo el mundo. La madre se pasea entre los bolsos italianos de marca o prueba hasta quedar harta los alimentos y bebidas de todo el mundo en el sótano (el único sitio en el que los correctísimos vendedores se atreven a vocear su mercancía). Toda la familia se sienta en el teatro del depaato, ante un inmenso Buda multicolor, para oír un concierto o divertirse con una revista. La galería de arte le muestra el último Van Gogh o Picasso adquirido por el dueño en Sotheby's de Nueva York.

Con un poco de constancia en su corte a los depaato, los exportadores españoles podrían triunfar entre los consumidores japoneses. Éste es el objeto de mi mención de los grandes almacenes japoneses. Aludo a ellos porque, a pesar de la antigüedad de la idea, parece que sólo ahora estén los nipones tomando gusto al consumo.

El continuo crecimiento de la economía de Japón va a potenciar la transformación de ese valiente y hermético país en una sociedad que soportará cada vez con menos resignación las limitaciones del consumo, sean por los aranceles, sean por los impuestos. Anótenlo quienes estén prontos a hacer el esfuerzo de venderles mercancías de buena calidad.

es catedrático de Historia de las Doctrinas Económicas de la Universidad Autónoma de Madrid.

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