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El Barcelona enmendó su plana en la segunda parte

Cuando alguien como Josep Lluís Núñez anunciaba a gentes amigas en la sobremesa de ayer que, pase lo que pase, mantendrá a Johan Cruyff, es que temía perder ante el Valencia. Cuando alguien como el propio Profeta del Gol comentaba el día antes de enfrentarse a los hombres de Víctor Espárrago que, alcanzando la final de la Copa, ya ha cumplido por esta temporada, es que teme caer derrotado ante los blancos. Cuando alguien como Joan Gaspart aseguraba en el descanso, luciendo un caótico 0-1 en el marcador, que el presupuesto de 5.250 millones de pesetas es "ficticio" y que, si se le quitan las secciones de hockey, balonmano y baloncesto, "es similar al del Valencia", es que está asustado y recela de lo que suceda.Ése es el problema del Barcelona actual: que ya nadie cree en él. Ni el que paga ni el que lo mantiene ni el que lo inventó. Sólo los jugadores, con una gran dosis de profesionalidad, parecen dispuestos a demostrar que están vivos. Los demás, o no tienen memoria o se preparan una salida airosa. Núñez dijo el día de la presentación que quería ganar "la Liga real no la moral" y, sin embargo está encantado cuando la grada grita el nombre de "¡Brito, Brito!". Y Cruyff, aquel día, dijo "Tengo mejor plantilla y equipo que el Real Madrid y este año debemos conseguir un triple objetivo: ganar la Liga, dar espectáculo y llenar el estadio". Ahora se contenta con erifren tarse al Madrid en la final y asegurarse la Recopa, la competición europea más fácil.

Anoche, frente a un Valen cia que se creyó haber matado al aspirante a campeón en sólo 45 minutos, unos y otros sacaron pecho mientras los jugado res saltaban al campo descon certados, conscientes de que el jefe había vuelto a hacer de las suyas y sabedores de que aque llo o lo arreglaban ellos, como así sucedió en la segunda parte, o acababan todos en la calle.

Cruyff, que sólo se fla de Aloisio y desprecia a Serna, López Rekarte y Soler, colocó a Roberto de lateral izquierdo, vigilando a Ton¡ o a todo el que se acercara por allí. El Barga se enfrentaba con sólo un defensa, Aloisio, a un equipo con tres delanteros, Ton¡, Penev y Eloy. La primera parte sirvió para que el Valencia se creciera y se convenciese de que podía dominar sin problemas.

Los barcelonistas volvieron tras el descanso inmersos en una nueva pitada. Nadie sabía que se habían conjurado. Sin Núñez, sin Cruyff, sin Gaspart. Había decidido derrotar a aquel rival crecido, creído, poco menos que bravucón. Mientras los barcelonistas luchaban desesperadamente por salvar su honor -que no a Núñez, ni a Cruyff, ni a Gaspart-, el Valencia pensó que ya había cumplido. Fue su perdición.

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