La irresistible tentación del engaño

Tiene razón Rosa Montero cuando habla de la "tremenda equivocación de los periodistas en Rumanía. Pero permítame que discrepe de su afirmación acerca de que nadie nunca atinara a oír, ver y comprender. Al menos en mi nombre y en el de otros siete compañeros que visitamos Rumanía en el verano de 1983 montados en dos utilitarios, sin seguir las rutas turísticas oficiales ni entrar en los oasis patéticamente europeizados de los hoteles. Vimos a una gente amable, simpática y generosa a la que la criminal miseria estaba convirtiendo en mezquina; oímos a los pocos que se atrevían a hablar; nos indignamos hasta las lágrimas cuando, teniendo prioridad en aquella gasolinera por ser turistas y cotizar en dólares, el esbirro de turno le negaba un miserable litro de gasolina al chaval que había venido caminando desde el pueblo con su botella vacía y ponía dificultades a que se la proporcionáramos nosotros.Tuvimos tiempo, durante 18 días, de observar, admirarnos y sobrecogernos; y, sorprendidos desagradablemente, fuimos comprendiendo. Regresamos y lo contamos. Y en más de una ocasión tuve que escuchar cómo me trataban de reaccionario por contar lo que había visto allí. A mí, igual que a ti, me sorprende la facilidad con la que nos dejamos engañar. Pero lo que de verdad me estremece es la terquedad con la que permanecemos en el engaño, siempre que concuerde con nuestros razonamientos, alimente nuestra ideología, sustente nuestro sectarismo. Apenado por la pérdida de su juvenil inocencia, este siglo ya maduro ha ganado, empero, en sabiduría. Sabemos que el huevo de la serpiente no tiene un solo color, sino múltiples. Y sabemos que su inmundo producto es siempre un dogma, sea cual sea la intolerancia o el fanatismo que lo incube.- Josep Vendrell.