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Tribuna
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Un asunto muy serio

Hace tiempo que aprendí de mi padre la primera regla que hay que tener en cuenta a la hora de adquirir un coche, a saber: nunca compres el que él se compraría. Tenía un instinto infalible para elegir los coches más absurdos, aquellos que claramente estaban destinados al desguace, coches fabricados por mecánicos a los que tenían que vendar los ojos para que no se murieran de risa al ver el producto resultante.Por ejemplo, mi padre fue uno de los pocos americanos que adquirieron el Hillman Minx, un modelo británico, achatado, con un atractivo de coche deportivo y potente comparable al de los ejemplares de los garajes municipales, pero sin llegar al de las furgonetas. Nuestro Minx tenía además una sorprendente prestación opcional: la dirección dejaba de responder en un momento dado y podías dar vueltas y vueltas al volante sin que las ruedas delanteras giraran ni un milímetro. Ja, ja, ja... Te puedes imaginar cómo me sentí yo, un muchacho de 16 años, tímido e inseguro al llegar a la fiesta de fin de curso: todos los tipos duros con sus Thunderbirds y sus GTO de potentes motores y 23 carburadores, Y yo al volante del Hillinan Minx, un coche tan atrasado tecnológicamente que parecía que por la radio no podría oír más que los antiguos discursos de Winston Churchill.

Ya no se ver, por ahí muchos Mirix. Seguramente la fábrica donde los producían fue bombardeada por la Oficina de Protección al Consumidor. Tampoco se ven muchos Nash Metropolitan, otro de los coches que en su día compró mi padre. El Metropolitan fue diseñado por un profesional de los dibujos animados y parecía el protagonista de un cuento infantil cuyo título podría ser algo así como El coche Buster va a la ciudad.Era tan pequeño que las ardillas o robaban constantemente.

-No era el coche ideal para cuando habías quedado con alguien, porque en su interior sólo había espacio para una persona, y la otra tenía que ir sentada con medio cuerpo fuera, intentando mantener alguna conversación despreocupada y corriendo el riesgo de caer a la vía pública en cualquier momento. Como soy un caballero, siempre procuraba que mi acompañante llevara algo fosforescente que pudiera verse en la oscuridad, por si tenía que dar media vuelta y recogerla de la calzada en medio de la noche.

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Por supuesto que lo primero que hay que tener en cuenta a la hora de comprar un coche nuevo es el descuento que te ofrecen sobre el precio inicial. En este aspecto de la tecnología del automóvil es en el que más destacan los norteamericanos. Hay muchos fabricantes de coches japoneses que ni siquiera ofrecen descuento; en cambio, los norteamericanos se han vuelto tan sofisticados en este tema que ya ni te venden el coche. Tú simplemente entras, firmas documentos legales durante un par de horas y obtienes tu descuento, además de una financiación al 0% de interés y sin tener que efectuar ni un solo pago hasta el mes de noviembre siguiente. Después te vas a casa con el mismo coche con el que llegaste. Pide información detallada a tu proveedor. Seguro que le tienes pisándote los talones.¡Que no! ¡Que te estoy tomando el pelo! La última vez que comenté que no resultaba muy agradable esto de comprarse un coche recibí millones de cartas de fabricantes de automóviles en las que me amenazaban con retirar toda su publicidad del periódico y hacérmela tragar. Así pues, diré con toda sinceridad que, en lo que a mí respecta, estos señores son fantásticos, y comprarse un coche es lo más divertido que uno puede hacer sin quitarse la ropa interior.Aunque también puede resultar ligeramente desconcertante. Hoy día hay muchas marcas de coches y constantemente aparecen otras nuevas, no sólo de fabricación nacional, sino también de países lejanos, como Marte. Me estoy refiriendo al Infiniti, un modelo presentado mediante una extraña campaña publicitaria en la que nunca se llega a ver el coche en cuestión. Es cierto. Lo que se veía en los anuncios de las revistas era una playa con olas, lo cual hacía que uno se preguntara: "¿Será un coche sumergible, o es que se habrá producido algún accidente durante la sesión fotográfica?". (¡Vaya, te advertí que estaba subiendo la marea!)

Pero no, el anuncio estaba realmente pensado así. Querían que te gastaras 40.000 dólares en el coche -más lo que costase el desincrustarle los percebes-, pero se negaban a mostrarte cómo era. ¿Por qué? Pues porque el Infiniti no era ni más ni menos que el Hillman Minx.

¡Qué no! ¡Que os estoy tomando el pelo otra vez! La verdad es que la campaña publicitaria del Infiniti forma parte de una nueva tendencia muy emocionante llamada El objetivo de las campañas publicitarias es hacerte enfadar. Un ejemplo de esto es el anuncio del vodka Denaka, en el que una despampanante mujer te mira altivamente mientras dice: "Cuando digo vodka... quiero decir Denaka". ¡Qué chica tan divertida! Apuesto a que se convierte siempre en el foco de atracción de todas las fiestas.

Lo que estoy intentando explicar es que comprarse un coche es un asunto muy serio. Tienes que saber muy bien lo que estás haciendo, por lo que, bromas aparte, te recomiendo que analices minuciosamente tus necesidades, estudies detenidamente lo que te ofrece el mercado y que después compres el que realmente quieres: el que más dinero deja en publicidad a este periódico. No me des las gracias, sólo intento que no me despidan.

Traducción: Lorena Catalina

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