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Reportaje:

La reconversión de los cines

Muchas viejas salas son transformadas en teatros

Algunos de los viejos cinematógrafos madrileños, que durante muchos años fueron frecuentadas salas de estreno de las mejores producciones, han sido restaurados en los últimos años para convertirlos en teatros. Entre los locales reconvertidos pueden citarse, entre otros, el Albéniz, el Monumental o el Palacio del Progreso. La culpa la tiene la gran crisis que atraviesa la exhibición cinematográfica.

En un solar de la calle de Correos, primitiva Imprenta Real, detrás de lo que durante la dictadura del general Franco fue Dirección General de Seguridad, junto a la Puerta del Sol, fue construido el Albéniz, un teatro de gran aforo con una fachada decorada con figuras móviles. Convertido en cinematógrafo, fue uno de los primeros locales que implantó la proyección en Cinemascope a mediados de los cincuenta.Años después se reconstruyó por completo la sala, que perdió su primitiva belleza y su equilibrio con el elegante vestíbulo para dar cabida al efímero sistema Cinerama. Tras una nueva reforma, en abril de 1987 volvió a abrir sus puertas con el espectáculo ¡Viva la ópera!, de Donizetti, ya convertido en teatro de la Comunidad de Madrid.

Otro ejemplo de transformación es el Monumental. Teodoro Anasagasti construyó este edificio de grandes dimensiones en 1922, al comienzo de la calle de Atocha, en el número 65. Fue uno de los primeros edificios madrileños donde se empleó el hormigón armado, lo cual posibilitó un aforo de 2.000 localidades sin apenas necesidad de columnas.

Debido a su excelente acústica, durante muchos años fue la sede habitual de los grandes con ciertos de música sinfónica, al tiempo que entre semana subsistía como local de barrio dedicado a la exhibición de películas en programa doble y sesión continua. Hace unas temporadas se acondicionó para teatro y durante algunos años se sucedieron los grandes espectáculos musicales de marcado tono popular. Recientemente ha sido reacondicionado para sala de conciertos y es la sede de la Orquesta de Radio televisión Española.

Coliseo Pardiñas

Otro de los locales que en sus orígenes también alternó cine y teatro es el Alcalá Palace. Situado en la calle de Alcalá, junto al comienzo de la del General Pardiñas, durante sus primeros años se llamó Coliseo Pardiñas y se dedicó exclusivamente al teatro.Es este bello local actuaban compañías dramáticas y líricas antes de que se convirtiera en el Alcalá, uno de los más característicos cines de barrio de la posguerra. Cuidadosamente restaurado a finales de los sesenta, ha alternado la programación cinematográfica y la actuación de grupos musicales para dedicarse, por último, al teatro.

Algo similar ocurre con un local edificado por los hermanos Patuel en la plaza de Tirso de Molina, con miras teatrales y también realizado por Anasagasti. Tras dar cabida a alguna de las espectaculares obras de Enrique Rambal, se convirtió en cinematógrafo con el cusioso nombre de Palacio del Progreso.

En los últimos tiempos fue formado y reconvertido en teatro para, más recientemente, y bajo la denominación de Nuevo Apolo, en recuerdo del llamado templo del género chico, convertirse en uno de los principales locales del género lírico.

La excepción a esta curiosa regla la constituyen el Luchana y el Madrid, hace pocos años divididos en varias salas para la misma actividad.

Situado en el número 38 de la calle de Luchana, en pleno barrio de Chamberí, el Luchana es uno de los pocos cines de la zona que subsisten, gracias a haberse dividido en tres. La sala número 1 corresponde al antiguo patio de butacas, mientras las 2 y 3, simétricas y de menor aforo, están situadas en el primitivo entresuelo.

Otro caso diferente es el del Madrid, situado en la céntrica plaza del Carmen. En 1915 Berriatúa levantó el Frontón Central, un inmenso local que más tarde albergó diversos circos y también exhibió cine mudo situándose una gran pantalla en la parte central, pero con la curiosa modalidad de que pagaban menos los espectadores que veían las imágenes invertidas por estar sentados al otro lado de la pantalla.

En 1944 César de la Torre lo transformó en un teatro de gran aforo con capacidad para 1.949 personas. Una gran cortina dividía en dos el inmenso patio de butacas y sólo se corría los excepcionales días en que se llenaba. Durante años se dedicó al género lírico, alternando zarzuela, revista, espectáculos folclóricos e incluso ópera. A finales de los cincuenta fue adquirido por el Gobierno mexicano para la explotación de sus producciones cinematográficas, que no tardaron en alternarse con las norteamericanas más comerciales. En 1978, siguiendo los más modernos criterios de explotación, fue dividido en cuatro modernas y confortables salas, denominadas Luis Buñuel, María Félix, Agustín Lara y Jorge Negrete

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