Conchita, en busca de la ilusión perdida
La tenista española, con un carácter muy influenciable, atraviesa una crisis personal y deportiva
Conchita Martínez, de 17 años, es la séptima en la clasificación mundial del tenis femenino, y todos los expertos la señalan como una de las jóvenes con el suficiente talento como para aspirar a ser la número uno. Pero el futuro de Conchita se ha convertido en una incógnita. Con un carácter introvertido, muy sensible a los consejos -tanto de los amigos verdaderos como de los supuestos-, Conchita, ausente del último campeonato de España por decisión propia, ha cometido errores que han desembocado en una crisis personal y deportiva de la que no sabe cómo salir.
Conchita era una adolescente feliz cuando, en la primavera de 1988, llegó a los octavos de final del torneo de Roland Garros. Soñaba con emular el juego agresivo de Stefan Edberg, y se entretenía leyendo a Agatha Christie y admirando a Harrison Ford. Ahora, triste e incomunicativa, Conchita parece necesitar todo el ingenio de Agatha Christie y el carácter de Harrison Ford para encontrar una salida en el callejón en el que se encuentra perdida.La crisis se Conchita se ha agravado en los últimos seis meses, pero ya tiene antecedentes que demuestran su frágil carácter. En 1987, Martínez se entrenaba con Paco Ferrer y Álvaro Margets, de la Federación Catalana. Tras una conversación entre su padre, Cecilio Martínez, y Manuel Orantes, capitán del equipo español de Copa Davis, se tomó la decisión de que Conchita pasara a entrenarse en la escuela de Orantes. "Nunca se despidió de nosotros", comenta ahora Paco Ferrer. "La esperábamos un día para entrenar, y, dos años después, aún no hemos vuelto a hablar con ella".
Conchita abandonó pronto a Orantes, que, debido a otros compromisos, apenas se ocupaba de ella. La jugadora aceptó entonces una oferta de René Stammbach, un millonario suizo, director de los torneos de Ginebra, Niza y Zúrich: Conchita pasó a disponer, en el pueblecito de Leuggern, de un entrenador personal, dinero y organización empresarial.
Allí se encontró con Erie van Harpen, un entrenador holandés contratado por Stammbach que, unos años antes, había dirigido a Arantxa Sánchez Vicario en Marbella. Van Harpen y Arantxa acabaron sus relaciones bruscamente, debido al carácter del holandés, excesivamente protagonista y rígido en sus entrenamientos.
Conchita, con una perfecta condición física y algunos cambios técnicos propiciados por Van Harpen, llegó a los octavos de final en Roland Garros y ganó su primer título en Sofía. Su entrada en el circuito profesional, con una temporada perfectamente planificada, fue espectacular, y en un año pasó de la nada a ser la 40º mundial "Van Harpen es el mejor preparador del mundo", decía entonces Conchita.
Comienza la crisis
Todo parecía bien encaminado, y 1989 se presentaba como el año de la confirmación. No fue así. Pese a un buen inicio de temporada -ganó a Gabriela Sabatini (Argentina) en la final de Tampa (EE UU)-, la relación entre Conchita, aislada en el pueblecito suizo, y Van Harpen, que la sometía a entrenamientos espartanos, se iba resquebrajando. Todo estalló por los aires cuando Conchita conoció a la argentina Gabriela Castro, una jugadora de escaso nivel, que la ayudó a tomar la decisión de prescindir de Van Harpen. Pero eligieron un mal momento: Roland Garros.Protectores de la jugadora, como Stammbach y Phil de Piccioto -de Advantage, una de las empresas que cuidan de los intereses de los tenistas y con la que Conchita firmó un contrato-, trataron de reconducir la crisis; sus padres, la federación española, y el Consejo Superior de Deportes, intentaron asesorarla. Conchita sólo escuchó los consejos de Gabriela Castro, y se marchó con ella y con su entrenador, el también argentino Carlos Taubas.
Mal aconsejada, Conchita tampoco supo manejar la relación con los medios de comunicación. Un reportaje aparecido en la revista Interviu, en el que se decía que Van Harpen insinuaba la existencia de relaciones sentimentales entre Conchita y Gabriela, iba a afectar todavía más el débil carácter de la española: "Ese reportaje fue una asquerosidad", asegura Taubas. "Desde el día en que apareció, Conchita no fue la misma". La jugadora aragonesa perdió su ilusión por entrenarse y desatendió sus compromisos profesionales. Pese a todo ello, gracias a su enorme talento, ganó el torneo de Phoenix, llegó a octavos de final del Open de Estados Unidos, fue finalista, con Arantxa, de la Copa Federación, y se clasificó para el Masters.
La novela por entregas continuó en Nueva York. Poco antes, Conchita se separó de Carlos Taubas: "Quiero mucho a Conchita", dijo Taubas, "pero debo ser honesto. Con tantos intereses de por medio, no puedo trabajar con tranquilidad". En Nueva York, reaparecieron Cecilio Martínez, su padre, la federación, y un nuevo personaje, Elvira Vázquez.
Hábilmente, Elvira Vázquez (representante de la empresa Pastas La Familia y poseedora de los derechos de imagen de Arantxa en España) convenció a Cecilio Martínez, a Gabriela Castro y a la federación para obtener el favor de Conchita, y, ya en Nueva York, se presentó a todos como la representante de la jugadora.
Tras un penoso recorrido por el Masters, donde perdió en la primera ronda, Conchita volvió a Barcelona y cerró el año con una nueva decisión polémica. No participó en el campeonato de España, alegando una lesión que no existía. Unos la defendieron: "Hay que entender que Conchita está pasando una grave crisis y debemos tratarla con mimo", dijo Agustí Pujol, presidente de la federación. "Como amigos que sois de Conchita, y por su bien, os pido que no la molestéis", explicó Elvira Vázquez a los medios de comunicación. Otros la criticaron, como Arantxa, con la que mantiene buenas relaciones: "Debería haber participado", dijo la número uno española.
Difícil solución
Conchita, mientras, no habla, aconsejada por Elvira Vázquez. Sigue viajando junto a Gabriela Castro, y sigue sin encontrar un entrenador para la próxima temporada. Los líos han sido tan numerosos en los últimos meses que las personas inmersas en el mundo del tenis ven difícil una salida fácil: "Conchita debe reflexionar por sí sola", dice Paco Ferrer, su entrenador en la federación catalana. "Tiene un carácter muy influenciable. Debería encontrar un entrenador de confianza, muy pronto, olvidando lo demás. Es la séptima del mundo, y eso no es una tontería"."Cuando estás arriba, todos quieren ayudarte", dice Carmen Perea, nueve veces campeona de España. "Hay demasiados intereses a su alrededor". Pancho Alvariño, su entrenador en la Copa Federación, opina: "Hay demasiada gente que, aunque quieren ayudarla, no la dejan tranquila. Veo difícil la solución".
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