"Esto no acaba aquí"
Aunque el casus belli fue un plan de desempleo juvenil, las causas profundas del paro general del 14 de diciembre de 1988 hay que buscarlas en la política económica y social. La política capitalista del Gobierno socialista ha tenido un objetivo central: apuntalar el capitalismo español en línea con sus intereses de clase, desarrollando para ello una dura política de ajuste y de austeridad.Los resultados de esta estrategia se pueden resumir en el desarrollo de un modelo de crecimiento económico de altos costes sociales, profundamente dependiente y especulativo, una creación de empleo débil y de baja calidad, el mantenimiento de importantes desequilibrios regionales y de un fuerte déficit en la balanza comercial.
Además del endurecimiento de las condiciones de vida y de trabajo, se agrava la situación por la quiebra de expectativas que la derechización de los Gobiernos de González significaron para los sindicatos y para sectores de la población que fueron su base social en 1982 y que se irán desafectando.
Durante el paro general, los trabajadores se convirtieron en el motor de una movilización que trascendió las reivindicaciones sindicales de clase, logrando aglutinar a muchos otros sectores sociales en una acción que sobresalió por su civismo y reafirmación democrática; quiérase o no, los sindicatos fortalecieron aquel día el joven y poco articulado sistema democrático.
La huelga general tuvo un componente solidario hacia los colectivos más débiles y peor tratados por la política económica: jóvenes, parados, pensionistas y empleados públicos. Este hecho cobra una gran importancia cuando la conciencia social está fragmentada como consecuencia de la crisis industrial, del empleo precario, de la descentralización productiva y de la, cada vez mayor, diferenciación entre distintos grupos de asalariados; conciencia a la que tan negativamente ha contribuido no sólo la práctica política desarrollada, sino también el discurso neoliberal en boca de sus gurus oficiales (Solchaga, Boyer, Rubio, etcétera).
El 14-D, un año después, presenta un balance nada despreciable. Bien es verdad que no se han alcanzado todas las reivindicaciones, especialmente el tan demandado giro social; no obstante, podemos apuntar en el haber del 14-D los siguiente:
- Puesta en cuestión, de manera abierta y generalizada, de la antisocial e insolidaria política económica. También es el fin de un modelo de concertación, agotado con la transición política y fracasado en sus resultados. Se quiebra la filosofía de la precarización y los sacrificios para los trabajadores, impresentable en una economía en recuperación.
Plan de empleo
- La retirada del contrato de inserción para jóvenes, que hubiera significado decenas de miles de despidos de trabajadores temporales al calor de la nueva ganga para los empresarios.
- Casi 200.000 millones de pesetas arrancadas al Gobierno para mejorar las pensiones, elevar la cobertura al desempleo y pagar parte de la deuda social a los empleados públicos. Y ello, a pesar de que algunos se empeñaron en plantear una negociación imposible para evitar todo acuerdo que supusiera una pedagogía de la huelga.
- La mejor campaña de negociación colectiva de la última década, a pesar de su dureza, y un reforzamiento de la estrategia reivindicativa. Sus resultados son: una mejora real de los salarios (incrementos de un 7% y cláusulas de revisión salarial generalizadas) y avances cualitativos en reducción de jornada cláusulas de empleo y mejora de condiciones de trabajo. Fruto, todo ello, de la mejor correlación de fuerzas creada, que hace posible que los trabajadores en activo participen, así, en los beneficios del 14-D.
- El aumento de la afiliación, del prestigio y la influencia social de los sindicatos. Aunque aún insuficiente, se acelera la tendencia afirmativa de los tres últimos años y el refuerzo organizativo; fenómeno de fortalecimiento que, seguramente, se dejará notar en las próximas elecciones sindicales.
- Lo social se coloca en el centro de la vida política del país. En las diferentes campañas electorales y discusiones parlamentarias, muchos de los temas que polarizan la atención y el debate político son aquellos que el 14-D y los sindicatos impulsamos.
- El reforzamiento de la unidad de acción sindical, entendida como un imperativo de eficacia en la acción sindical, que, más tarde o más temprano, tiene su reflejo en resultados tangibles para los trabajadores.
- El avance den la autonomía sindical, materializada, entre otras muestras, en las posiciones adoptadas por CC OO y UGT ante los dos procesos electorales habidos. Más allá de recomendar la participación a los trabajadores, no se pedía el voto para ninguna opción política concreta.
- El resultado de las elecciones generales del 29 de octubre no es ajeno al 14-D. Más allá del hemos ganado que algún descubridor de mares profundamente navegados repite incansablemente, lo cierto es que el PSOE ha ganado las elecciones, perdiendo políticamente. Con dos millones de votos menos que en 1982, y 800.000 menos respecto a 1986. Obteniendo sólo uno de cada cuatro votos potenciales y perdiendo, al menos de momento, la mayoría absoluta. Pero lo más significativo es que la sangría electoral la sufre en las zonas industriales y obreras y por su izquierda. Este giro a la izquierda en el electorado es positivo desde el punto de vista democrático y sindical, porque demuestra un importante dinamismo social, y es un toque de atención al PSOE al poner de manifiesto que no se puede dar, Impunemente, la espalda a los trabajadores y a sus reivindicaciones. Con una situación política más desbloqueada y de mayor equilibrio, el diálogo y la negociación se deberían de estimular.
La propuesta sindical
- Como corolario, aparece la Propuesta Sindical Prioritaria (PSP), que abre una nueva fase del movimiento sindical. Hundiendo sus raíces en las reivindicaciones del paro general del 14 de diciembre, aborda cuestiones ex novo y mira hacia el futuro. Es, qué duda cabe, un programa sindical a corto y medio plazo, que va a marcar la acción sindical de las dos principales centrales e influirá, de manera importante, en la situación económica y política.
La PSP significa el avance en la alternativa. Contiene más de 100 propuestas concretas sobre los problemas más acuciantes. Esto la convierte en el documento sindical más ambicioso, de mayor calado reivindicatIvo y de más proyección política realizado en España en el período democrático. Por ello, supone un salto de calidad, ya que se coloca al movimiento sindical a la ofensiva. No se trata de parar golpes, sino de adelantar soluciones precisas y, desde un planteamiento solidario que supere cualquier tipo de neocorporatlvismo, avanzar en la propuestra como representación del futuro. En este sentido, la PSP pone de manifiesto que el 14-D vive, que no fue un fogonazo y que hay una línea de continuidad clara.
Por todo lo anterior, y desde una visión racional y no mítica de la huelga, tenemos que convenir que pocas veces, con tan poca inversión (el salario de un día por cabeza), perseguimos tanto y obtuvimos tan importantes resultados. Los militantes sindicales sabemos, por ejemplo, lo que cuesta en ocasiones -medido en días de huelga- arrancar una mejora salarial en un convenio colectivo.
En conclusión, el paro general tiene consecuencias en muchos órdenes de la vida social. Como dijo Bertolt Brech, "todo esto no acaba aquí; la última palabra aún no ha sido pronunciada". Pero de una cosa podemos ya estar seguros: las cosas no son iguales tras el 14-D. Los sindicatos hemos contribuido a dignificar a nuestra clase, a dotar de contenido político real al sistema democrático y a revitalizar los valores de la Izquierda. La libertad, la igualdad, la solidaridad y la justicia social deben ser fruto de un esfuerzo consciente, y una vez más, como sucede en la historia cuando están en juego valores supremos, un ideal moral para los trabajadores.
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