_
_
_
_

En la era de Cosby llueve sobre mojado

El fenómeno de La hora de Bill Cosby y el mantenimiento durante años de comedias como Cheers -inicia ahora su octava temporada-, Juzgado de guardia, Las chicas de oro, Alf Crecen los problemas confirma la omnipresencia de la sitcom y justifica la continua aparición de nuevos títulos, como Rossanne, que ahora le disputa el reinado a Bill Cosby -27,8 y 23,5 puntos en la escala de audiencia de la semana del 2 al 8 de octubre respectivamente-; Doogie Howser, MD el nuevo artefacto de Steven Bochco, el creador de Canción triste de Hill Street y La ley de Los Ángeles; o Caldo de pollo, una comedia de ambiente judío que se cuenta entre los últimos hallazgos.A la popularidad de las telecomedias se ha sumado últimamente una mejora de su imagen, favorecida por la incorporación de conocidos actores que antes habían mostrado repetidamente su rechazo por este género televivo de alguna manera asociado a la quinta esencia de todas las limitaciones creativas que impone el medio.

Ahora casi todo lo que se propone como nuevo viene bajo esta envoltura de la telecomedia. El fenómeno no tiene equivalente en Europa, donde, en general, siempre han tenido mejor entrada las series dramáticas, espe cialmente las policiacas. Las sitcoms, uno de los formatos, con mayor índice de fidelidad, sólo en algún caso, como por ejemplo Juzgado de guardia (fue el número 11 y 14 entre programas con más audiencia), han figurado en TVE entre los 20 primeros pro gramas. Este menor impacto po dría explicarse según ciertas ca racterísticas del género -su rígida estructura formal, su particular look, su funcionalidad, la puntuación del gag con risa enlatada- que chocarían con las exigencias europeas.

Desde antiguo, las tres grandes cadenas americanas se plantean bloques homogéneos de programas para crear costumbre entre los telespectadores. De ahí que la cadena CBS programe Dallas y Falcon Crest, el viernes por la noche, uno a continuación del otro. De ahí el dispositivo llamado factor Cosby a raíz del éxito del programa. Como se pudo comprobar, las series que se programaban a continuación de Cosby la noche de los jueves en la cadena NBC lograban, por simpatía, el segundo, tercero y cuarto puestos en la clasificación de audiencia. Y algo más: las noches de programación blockbuster -como, por ejemplo, la maratón que incluía en un mismo bloque La hora de Bill Cosby, Lazos familiares, Cheers, Juzgado de guardia y Canción triste de Hill Street- tenían un efecto de arrastre sobre la cadena entera el resto de la semana. Con este argumento la firma Viacom consiguió en 1988 la cifra récord de 500 millones de dólares por la venta de La hora de Bill Cosby en el mercado de las estaciones locales sindicadas. Por efectos del factor Cosby, las emisoras no sólo se harían con la audiencia natural de Cosby, sino que heredarian por inercia esta misma clientela una vez acabada la emisión del programa.

La ciencia de la programación no es, sin embargo, tan exacta aunque el factor hábito sigue siendo uno de los más importantes a considerar. La hora de Bill Cosby perdió dos tercios de su usual audiencia -de 27 a 9 puntos- al cambiar una estación televisiva del área de San Francisco su programación de las ocho a las siete.

A raíz del terremoto del día 17, y como consecuencia de que la gente se levantaba más pronto y se retiraba antes, por los problemas de tráfico de Bay Area, la emisora creyó que realizaría un servicio público -otros hablaron de simple oportunismo- ofreciendo antes las noticias y el entretenimiento. El resultado fue la caída en picado del programa de Bill Cosby.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_