Somos unos desgraciados, mi capitán
En 1953, Fred Zinnemann y Daniel Taradash, director y guionista, cazan al vuelo una exitosa novela de James Jones y la convierten en una no menos exitosa película, bendecida por los codiciados frutos de la Academia, ocho estatuillas nada menos: a la mejor película, al mejor director, mejor guión adaptado, mejor secundario (Frank Sinatra) y secundaria (Donna Reed), mejor fotografía en blanco y negro (Burnett Guffey), mejor sonido y mejor montaje. Si las calidades de las películas se midieran por acumulación de las reproducciones del tío Oscar, De aquí a la eternidad estaría entre las cinco mejores películas de la historia del cine.No lo está. La lluvia dorada sobre ella caída y su fama -que parece alcanzar la eternidad del título- en realidad sobrevaloran una obra estimable y esculpida por Zinnemann con eficacia indiscutible pero superable.
Lo que más encandila de este melodrama cuartelario situado en Honolulú poco antes del bombardeo de Pearl Harbour y habitado de hombres frustrados entregados a la bebida y al boxeo -cuando no a la más brutal explosión de violencia, caso del sargento cruel y despiadado que encarna Ernest Borgnine- y de una feroz represión sexual -y ahí entra también en juego la mujer, con la insatisfecha Deborah Kerr en primer término, protagonista con Burt Lancaster de un caliente y en su momento polémico revolcón en la playa-, lo que más encandila, decíamos, es el torbellino de psicologías en choque que son capaces de desatar un grupo de actores sin mácula: todos los mencionados ya más un Montgomery Clift que de nuevo da vida a un ser torturado.
De aquí a la eternidad se emite a las 22.20 por TVE1.
