Grecia, votar cada día
Las segundas elecciones en cinco meses pueden ser sólo el preludio de nuevos comicios
La plaza ateniense de Sintagma (Constitución) estaba anoche vacía. Un paisaje insólito en el día de cierre de una campaña electoral en Grecia. El partido conservador Nueva Democracia (ND), que encabeza Constantino Mitsotakis, se decidió por una fiesta concierto en el estadio olímpico con las canciones de Mikis Theodorakis como gran atracción. Los socialistas del PASOK, que aún dirige el ex primer ministro Andreas Papandreu, convocaron a las masas en Salónica, la capital de Macedonia. Y los comunistas, en El Pireo.
Mucha menos pasión se ha visto esta vez que hace apenas cinco meses, cuando, tras una campaña dominada más por los insultos que por los programas, se puso término a ocho años de Gobierno verde (el color del PASOK) y se dio paso al Gabinete de lo que en Grecia se conoce como la extraña pareja. Se trata de la alianza de los comunistas y la derecha para hacer posible la catharsis, es decir, la depuración de la vida política y el castigo a los responsables de los grandes escándalos de la Administración socialista.En junio, la basura campaba por sus respetos. Las amantes, supuestas o reales, de Papandreu y Mitsotakis, las viejas y confusas historias del pasado y el lodo semioculto bajo la alfombra del banquero Georgios Koskotas o en los teléfonos intervenidos ¡legalmente llegaron a convertirse en la esencia de la campaña. Todos los partidos hablaban de la necesidad de cambiar Grecia (profundizar en el cambio, en el caso del PASOK), pero las propuestas concretas para lograrlo parecían forzadas ante la evidencia de que los comicios se iban a decidir más con el corazón que con el cerebro.
La suerte está echada
Tras la derrota socialista, la victoria relativa de la derecha y la cooperación de éstos con los comunistas de la Coalición de Fuerzas de Izquierda y de Progreso (CFIP), la suerte del PASOK, el poder verde que había marcado la marcha del país en los ocho años anteriores, parecía echada. El Gobierno y la mayoría legislativa convirtieron la catharsis en su objetivo único. Ante la mirada estupefacta de toda Grecia y de medio mundo, la Cámara envió a Papandreu y varios de sus ministros a los jueces, que dentro de poco tendrán que decidir si, además de la indudable responsabilidad moral, son también culpables de delitos de corrupción, penados hasta con cadena perpetua.Lo más sorprendente es que el PASOK no se ha hundido; ni siquiera se ha hundido Papandreu. Las encuestas le dan un 39% de los votos, igual que en junio, mientras que la derecha apenas si aumenta en un punto sus expectativas (pese a quedar libre un 2% de votantes que se inclinaron entonces por los conservadores de Diana. o los neonazis de Epen) y se pronostica un leve retroceso para los comunistas.
Como si no hubiera pasado nada. Como si la catharsis, el enérgico lavado con lejía de la democracia griega, hubiese dejado la ropa igual de limpia, o de sucia, que antes. El PASOK ofrece una explicación partidista: no ha habido justicia, sino venganza. Comunistas y conservadores disienten: no se puede derribar en cuatro meses la pirámide de Keops, es decir, el gigantesco edificio de poder construido por Papandreu en ocho años.
El propio ex primer ministro se las ha apañado para sobrevivir. Primero superó una nueva crisis de salud que estuvo a punto de matarle (por segunda vez en un año), luego se casó con Dimitra Liani y finalmente evitó que su partido (obra personal suya) se quebrara en mil pedazos. No ha habido fugas ni disidencias. Se habla poco de sucesión, aunque hoy son muchos los que piensan que sólo un relevo puede hacer que el PA S OK recupere el poder si la ND no obtiene mañana la mayoría absoluta.
Hombres como Costas Laliotis, Georgios Yenimatas, Georgios Simitis y Teodoros Pangalos, incontaminados por la corrupción, esperan su oportunidad. Pero discretamente, sin abrir la boca. Los comunistas insisten en que la colaboración con Papandreu es imposible, pero uno de sus líderes, Leónidas Kirkos (jefe de Izquierda Griega), lo dice con la boca grande, sin vacilaciones, y el otro, Harilaos Florakis (que dirige a los prosoviéticos), lo hace con la boca pequeña. Todo ello permite suponer que el lunes, siempre en la hipótesis de que la ND se quede nuevamente con la miel en los labios, se iniciará nuevamente un chalaneo en el que todo será factible.
La batalla puede decidirse por la mínima, tal vez por el voto en las islas jónicas, donde hay tres circunscripciones de un solo diputado, o por los escaños, pocos, de carácter marginal: ecologistas, comunistas no integrados y musulmanes.
Nuevos comicios
Mitsotakis ya ha dicho que si la ND no logra 151 diputados no habrá otra solución que convocar nuevas elecciones. Un nuevo y próximo reto convierte esta hipótesis en verosímil. El próximo marzo el Parlamento debe elegir nuevo presidente de la República, para lo que, en tercera votación, se precisan 180 votos del total de 300. Es decir, que si el PASOK tuviera 120 escaños (y llegó a 125 en junio) podría bloquear la elección, lo que, de acuerdo con la Constitución, significaría comicios inmediatos.Pero los griegos están ya un poco hartos de tanto acudir a las urnas. Hasta se han aburrido en esta campaña, lo cual afecta al negocio de la política. Y si alguien duda de que la política es aquí un negocio, basta con que lea un interesante artículo sin firma aparecido recientemente en la revista en inglés Greece's Weekly. En ese texto, que se esfuerza por parecer apartidario aunque tiene un cierto tufo conservador, se asegura que entre unas cosas y otras (contribuciones al partido, engrase de los mecanismos, etcétera) un escaño cuesta 15 millones de dracmas (unos 11 millones de pesetas), tres millones más que el sueldo de un diputado durante cuatro años. Y como los parlamentarios no son ya, como en el pasado, gente pudiente que busca nombre y prestigio, sino que también tienen que ganarse la vida, "habrá que hacer otros cálculos".
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