Obra maestra
La televisión es todavía un medio muy joven pero ya ha tenido ocasión de demostrar su enorme capacidad para influir en las vidas humanas y, aunque sólo sea como fuente de nuevas historias, ha desarrollado en muy pocos años un lenguaje narrativo nuevo muy rico y original. No se trata de ponderar sólo su virtud más obvia -la enorme flexibilidad para difundir viejas películas, que forman la programación más sólida de todas las emisoras del mundo-, sino de subrayar ahora su fuerza y vigor intrínsecos como nuevo medio comunicativo. En este sentido, el Yo, Claudio británico, rodado en vídeo para televisión (o grabado en cinta magnética para ser recibido en los hogares), es uno de los hitos de la televisión mundial, y su oportuna reposición debe ser saludada como un verdadero acontecimiento por los que no conocían esta obra, y tienen así la oportunidad de verla por vez primera, o por los que pueden comparar sus recuerdos de hace un decenio con las nuevas impresiones.La primera cualidad que yo destacaría en esta producción televisiva es su sensatez y adecuación al medio. Los responsables del proyecto se atuvieron al presupuesto disponible y, sobre todo, supieron sacarle partido al máximo, sin aspirar a reproducir en los estudios de televisión los tinglados seudobíblicos de Cecil B. de Mille.
La tremenda historia de Claudio y sus familiares, más real que la vida misma, se desarrolla entre cuatro paredes, generalmente, y, cuando la acción necesitaba grandes multitudes y espacios inmensos, los guionistas y el director, de muy buen acuerdo, renunciaron a la trampa del colosalismo y sugirieron esos hechos complejos y caros con procedimientos muy simples, evocando el espacio off -el que no recogen las cámaras- con enorme intuición.
Se podría decir que Yo, Claudio utilizó la fórmula norteamericana de las sit-com, o comedias de situaciones, acentuando los elementos trágicos del esquema. Además de esa innegable astucia de sus planteamientos generales, esta serie británica representó un verdadero hito en el campo más concreto de la adaptación de obras literarias al medio electrónico, puesto que los responsables supieron aprovechar muy bien la sustancia de la obra literaria de Robert Graves sin renunciar de ningún modo a sus atractivos fundamentales y esquivando, al mismo tiempo, los riesgos más evidentes.
Yo, Claudio, a las 23.30 por TVE-2.
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