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LA BATALLA POR EL VOTO

La segunda oportunidad de un profesional

Roca intenta mantener en Cataluña los mismos resultados de 1986, ahora sin el proyecto reformista

La campaña de Miquel Roca, circunscrita en esta ocasión únicamente a Cataluña, destaca por el numeroso público que congrega en todas sus apariciones públicas. El lema que acompaña al líder convergente, Força, plagiado de la afición del Fútbol Club Barcelona, ha acabado desplazando el tradicional canto de Els segadors y algunos símbolos habituales de la retórica convergente con el fin de no asustar a los potenciales electores no estrictamente vinculados al nacionalismo esencialista. Lo que no consiguió en 1986 por méritos propios, aspira a conseguirlo ahora por la vía de la bisagra.

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Hace algunos años, en ese recital de despropósitos que se suelen amontonar durante los primeros resultados de las elecciones, la ciudad de Vic entró con todos los honores en la historia. Los socialistas habían vencido en las grandes ciudades de Cataluña pero, ahí en el interior de la comarca de Osona, la coalición Convergència i Unió seguía mandando y se llegó a decir a modo de consuelo que afortunadamente la Cataluña catalana seguía siéndolo. La frase fue acuñada por Marta Ferrusola, esposa de Jordi Pujol y una de las mentes políticas más influyentes del país. Y, entre partidarios y detractores, consiguieron que la expresión "Cataluña catalana" viniera a ser el sambenito que desde entonces cuelga de Vic, como esos eslóganes de plástico que sirven para amenizar carrocerías.O sea, que Miquel Roca llegó a Vic en un agradable domingo soleado y, sin embargo, consiguió meter en la oscuridad del cine Vigatà a una multitud de incondicionales. Se hablaba de agricultura y los oradores se dirigían a la audiencia como si en realidad se tratara de un soviet de campesinos, pero los payeses eran minoría y la platea estaba llena de esa mesocracia rural a la que Pujol y Roca conocen tan bien, una sociedad de misa, mitin y mistela con los postres, alegres, afables y convencidos de que ser catalán es la única cosa que vale la pena en la vida. Un baño de multitudes convergentes tiene, contrariamente a lo que algunos creen, indudables propiedades sedantes. No importa que los oradores digan cosas enormes de sus adversarios. Lo importante es ese entusiasmo tan mesurado, tan catalán también, con que el público recibe los mensajes. Cuando Roca camina por la calle son escasos los fans que buscan el cuerpo a cuerpo con el candidato. Se le abraza más bien poco, pero puede estar media hora para recorrer los cincuenta metros que separan el estrado de la calle. La gente quiere tocar el santo, pero no se apretujan, por que saben que, uno tras otro, tendrán oportunidad de estrechar su mano, mirarle a los ojos, identificarse y recordarle la ocasión también multitudinaria en la que político y votante seconocieron. Y cuando Roca diga "Claro que me acuerdo de usted", es casi seguro que no se trata de ningún farol. Y así hasta mil al día.

Dos posibilidades

Porque el secreto de Pujol y su escudero Roca no es otro que esa habilidad de dar manos a la mayoría de ciudadanos de Cataluña como mínimo un par de veces en cada legislatura. Cuando ganan es porque se lo ganan. Y esta vez, lejos de la aventura reformista, Roca sabe que para ganar sólo tiene dos posibilidades. La primera no depende de él y consiste en mantenerse, rezar para que el PSOE pierda la mayoría absoluta y esperar a que alguien, sea quien sea, le ofrezca un ministerio o dos. La segunda es más sencilla, que no más fácil: se trata de sacar en estas legislativas más votos en Cataluña que los socialistas, una ventaja que sólo se da tradicionalmente en las autonómicas. Para el primer objetivo Roca ya ha puesto cirios ante todas las vírgenes milagreras del santoral hispano. Para el segundo la maquinaria convergente y Roca al frente se han puesto a funcionar a toda marcha y el resultado está ahí, en esos mítines abarrotados.

En el cine de Vic los rezagados entran con murmullo de iglesia. En el escenario se agita Josep Miró i Ardévol, el consejero de Agricultura de la Generalitat. Es uno de los mejores auxiliares que Roca podría tener: habla de las vacas, de la peste equina y no tiene ningún rubor, él, tan selectamente urbano, al dirigirse a la audiencia llamándoles "companys pagesos". Cuando Miró habla de sus adversarios no llega ni a nombrarles. Se trata simplemente de "ellos", o de "esa gente", un eufemismo que dentro del discurso puede ser aplicado indistintamente a un ministro madrileño o a un conserje sevillano. "Esa gente" es el partido nacionalista español, léase el PSOE, enemigo ancestral del nacionalismo catalán, léase nosotros.

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En el cine Vigatá un inmenso cartel anuncia la película que proyectarán por la tarde: Vaya par de seductores. Pues eso. Baja el telonero y sube Roca a hablar de los tomates y de las lechugas y a meter el rriiedo en el cuerpo de la audiencia, porque parece ser -al orador le consta de buena tinta- que el pérfido Solchaga quiere meter mano fiscal en el autoabastecinúento de las empresas agrícolas.

La Hacienda pública es una mina para ese picador de las palabras. Lleva al personal al borde del sollozo al decir: "Cuando habéis tenido la desgracia de que se os muriera vuestro padre probablemente os habéis visto obligados a tener que vender un pedazo de tierra para poder pagar el impuesto de transmisiones". Y acaba preguntándose si es justo que Cataluña sirva para contribuir al progreso de España, pero no sirva para gobernar. "En España, unos pagamos y los otros inandan".

Dinero y poder

La cuestión del dinero, pagado o debido, tanto da, es un argumento de gran eficacia mitinera en los actos de CiU. A veces al dinero se le llama "competencias", otras "recursos", alguna vez "pensiones", pero siempre queda la certeza que "ellos", "esa gente" siempre barre para casa y que "vosotros no les interesáis para nada". En el fondo la política electoral siempre se condensa en una sola frase: "nosotros os númarnos y ellos no". Y, por lo que respecta a la dedicación a su público, es obvio que Roca lo mima más que nadie.

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