La caída al vacío de Mats Wilander
El tenista sueco ha pasado del 'número uno' al 15º del mundo en un año
Wilander, que el pasado 22 de agosto cumplió 25 años, ocupa ahora el puesto número 15 de la clasificación mundial. "Estoy viviendo una pesadilla. No puedo creer todavía que McEnroe y yo hayamos sido eliminados esta noche. No me pregunten acerca de mi futuro. Mis planes se han venido abajo", dijo hace un mes, tras ser derrotado, como el estadounidense, en la segunda ronda del Open de Estados Unidos por el joven norteamericano Pete Sampras. Algo no funcionaba en su cabeza. Wilander había perdido su última oportunidad de salvar una temporada nefasta en la que partió como campeón del mundo tras sus victorias en el Open de Australia, Roland Garros y el Open de Estados Unidos de 1988.El calvario de Wilander comenzó a las pocas fechas de su llegada al primer lugar del tenis mundial. El sueco, que en 1985 declaró no estar muy interesado en conquistar la primera posición de la clasificación mundial por la cantidad de obligaciones que la misma suponía, no supo atender debidamente su primer gran reto. Suecia, en su cuartel general de Gotemburgo, quedaba ridiculizada en la final de la Copa Davis por la República Federal de Alemania, con Boris Becker. Wilander, que perdió el primer punto ante Carl-Uwe Steeb tras ganar los dos primeros sets, fue el blanco de la Prensa de su país. "He jugado lesionado, con problemas en mis tibias. No se puede criticar a este equipo que tantas victorias ha conseguido para Suecia", contestaba a quienes insinuaban su poca entrega en la pista.
Perderse en una caravana
Un mes más tarde, Wilander perdía su título de Australia cayendo en la segunda ronda ante el indio Ramesh Kirishrian en Flinders Park. Su crisis deportiva se acentuó por momentos. "No siento ninguna pasión en la pista", intentaba explicar a la Prensa mundial.Wilander se aplicó una terapia harto particular. Renunció a varios compromisos firmados en el circuito, dejó plantado a su equipo en la Copa Davis, pese a que Jon Anders Sjoengre, su entrenador de toda la vida, estrenaba el cargo de capitán, y se perdió en una caravana por el desierto australiano.Se rumoreó que Wilander estaba acabado físicamente, pero también se insinuó que la caída del sueco estaba motivada por una crisis matrimonial con Sonja Mulholland, la modelo surafricana que se convirtió en su mujer en octubre de 1986 -"gracias a Sonja superé una gran crisis personal y deportiva", dijo Wilander tras su matrimonio-, para analizar lo que fue una temporada bastante mediocre.
Wilander, sin el puesto de núrnero uno del mundo en su tarjeta de presentación, volvió en marzo al circuito. Desmintió los rumores de su crisis afectiva y advirtió que su objetivo se centraba en Roland Garros. Cambió todo su entorno personal. Despidió a Matt Doyle, su amigo irlandés, catalogado como una mala compañía en algunos círculos por su afición a la cerveza y la vida nocturna. Confió su puesta a punto a Joe Breedlove, ex fisioterapeuta del boxeador Ray Sugar Leonard y de Martina Navratilova, pero nada de ello funcionó.
El soviético Andrei Chesnokov le derrotó en Roland Garros, McEnroe le cerró el paso en Winibledon, el ecuatoriano Andrés Gómez le superó en la final del torneo de Boston y Sampras le dio el empujón definitivo para una caída al vacío que supone perder de forma radical una posición entre los hombres fuertes del circuito.
"Será mejor olvidar esta temporada cuanto antes y pensar en nuevos objetivos para 1990", dice Wilander. El ex número uno del mundo, el tenista que abrió el baile de campeones junto a la alemana occidental Steffl Graff la pasada primavera, necesita una rápida reacción. Ha perdido su espíritu ganador y su poder de intimidación. Recuperar su nivel de juego pasa, según opinan los expertos, por una rápida reacción. Caer más abajo podría ser el fin de su carrera curiosamente a una edad similar a la de Borg, su predecesor.
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