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Un aterrizaje asistido

La Administración de Bush quiere regular el enfriamiento económico para evitar tensiones

El jueves 3 de agosto, el principal indicador de pronósticos económicos utilizado por el Gobierno de Estados Unidos -el índice de indicadores líderes- mostró una caída del 0,1% en junio, después de un retroceso del 1,3% en mayo. La cultura económica estadounidense considera tradicionalmente que tres caídas consecutivas de este indicador emblematizan la presencia de la recesión. A principios de año , el indicador de marras ya registró dos bajas sucesivas, pero se rompió la secuencia en abril. El viernes 4 se anunció la tasa de paro de junio, que fue del 5,2%.

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La cifra se compara con el 5,3% en junio. Los economistas han coincidido en interpretar esta tasa como reveladora de debilidad en la creación de empleo. Pero en el fondo de estos escenarios hay una realidad difícil de determinar. Es como un aterrizaje por instrumentos, en el que se da por supuesto que bajo el fuselaje, cuando la niebla se eclipse, habrá una pista. Todo el entramado de las hipótesis se basa en la precisión de los instrumentos de navegación, que en economía no han sido nunca de fiar.

Costes sociales

Como es lógico, y teniendo en cuenta los costes sociales de una recesión, siempre hay una tendencia a ser optimistas. Pero lo que se ha puesto en juego esta vez no es sólo el aterrizaje, sino una hipótesis que ha actuado como llave maestra en la cultura contemporánea -no sólo económica- de que los ciclos económicos son gestionables. La hipótesis ha nacido del resurgimiento del ciclo expansivo intenso en 1983 y de la habilidad esencialmente europea de corregir los principales desequilibrios, menos el desempleo. Hace ya casi un año que el término de aterrizaje suave se ha puesto de moda en el mundo. La idea detrás del término es que se puede gobernar el ciclo económico, y ante la evidencia de recalentamiento forzar un crecimiento más lento para desacelerar la inflación. El centro del debate económico en Estados Unidos ahora es si lo que se avecina es una recesión o simplemente un ciclo de crecimiento más lento. Los indicadores están a la vista. La semana pasada, la influyente estadística de los gerentes de compra señaló que en julio se registró una baja en el desarrollo de la producción, los nuevos pedidos en fábrica y la acumulación de stocks. Un día después, la estadística oficial de órdenes de adquisición para bienes manufacturados mostró para julio un crecimiento del 0,4%, muy por debajo de lo necesario para recuperar las caídas de mayo. Pero la realidad es que los pedidos cayeron un 0,2% en junio, si se quitan de las estadísticas los pedidos de equipo militar efectuados por el Pentágono.

Desde marzo de 1988 hasta marzo de 1989, la Reserva Federal de Estados Unidos se esforzó en deprimir la demanda en el país instrumentando una política monetaria altamente restrictiva, pero sin lograr mejorar los desequilibrios presupuestarios y comerciales, ambos con importantes déficit. El ajuste monetario dañó a la industria pesada y del automóvil, en especial por la incidencia del leasing y las ventas a plazos en ese sector y por el incremento de los costes financieros, de los que acusan recibo los balances industriales. Las estadísticas del Fondo Monetario Internacional (FMI) muestran para este año un fuerte incremento del déficit público, una continuidad del déficit de la balanza por cuenta corriente y un crecimiento del déficit de los balances privados, todos medidos por el producto interior bruto. Las estimaciones para 1990 son negativas, con empeoramiento de los balances privados, pero con una mejoría del déficit presupuestario.

El presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, por su parte, ha exacerbado su cautela declarando la semana pasada que Estados Unidos no sabrá si el órgano que preside ha conseguido un aterrizaje suave en lugar de una recesión hasta después de bastante avanzado 1990. "Creo que lo lograremos", fue la expresión más optimista que se permitió Greenspan al declarar ante la comisión de banca del Senado durante la revisión semestral de la política monetaria.

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