_
_
_
_
CICLISMO / TOUR DE FRANCIA

Malos tiempos para los 'sprinters'

Luis Gómez

L. G., La condición de sprinter o velocista se adquiere a edad muy temprana en el ciclismo. La tradición en este deporte, en el que la bibliografía no es demasiado amplia, define al sprinter como un especialista lineal, como un hombre extraordinariamente rápido en un kilómetro gracias a una elevada potencia muscular procedente de un contexto anatómico igualmente grande. No hay sprinters pequeños o, por lo menos, no son frecuentes.

El sprinter tiene por obligación ganar la etapa en el último metro, en competencia directa con sus colegas. Ha de ser reservado hasta ese momento, cuidado con mimo, para que no le falte punta de velocidad. En una prueba tan larga como un Tour esa circunstancia es difícil, porque no se puede sustraer a los velocistas de las etapas de montaña, de la propia velocidad del pelotón, de las caídas, o del desgaste progresivo. La situación se agrava en casos de equipos que han basado su estructura en un sprinter, sin él pierden razón de ser. Estos especialistas semejan un enorme jarrón de porcelana china: son grandes y majestuosos, pero frágiles.

Vida miserable

La vida de un sprinter en el Tour es miserable, porque el propio diseño de la carrera -larga, tediosa , confeccionada para el desgaste- les resulta contraindicado. Su fragilidad se hace descarada en las etapas de montaña: quedan descolgados al primer puerto, se desparraman por la carretera como hormigas y luchan por no llegar fuera de control.

Tradicionalmente (y esto no está escrito tampoco en ningún libro), los velocistas se valen de muchas tretas para superar su impotencia ante la montaña. Son hábiles para sujetarse a las motos, a los coches, para solicitar ayuda del público. No es infrecuente que un velocista sea remontado durante muchos kilómetros, como tampoco que aproveche cualquier lugar idóneo para subirse al coche del equipo y camuflarse en su interior hasta que pueda volver a la carretera. Los coches de equipo se avisan unos a otros sobre aquellos lugares donde se le puede "echar una mano" al sprinter. Otra solución más correcta es "montarse en un autobús", frase acuñada en el ciclismo y que define al grupo de corredores cuyos miembros colaboran con el único fin de llegar dentro del control. Para que el autobús funcione bien hace falta que tenga un buen conductor, es decir un corredor experto que sepa llevar un cálculo preciso del tiempo y la velocidad media, para estimar cuando conviene apretar el acelerador del grupo.

Sin embargo, la vida de los sprinters se está haciendo cada vez más dura en el Tour. Y es que las novedades técnicas de los comisarios van en su contra. Ahora hay comisarios camuflados entre el público y, además, tienen un helicóptero que sigue la carrera de punta a rabo mientras en su interior avezados comisarios vigilan a los corredores con potentes prismáticos. "Así no hay quien corra", han repetido algunos de ellos a sus directores

El Tour sólo ha vivido un sprint en 12 etapas. Bien poca cosa. Corren malos tiempos para los velocistas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_