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'Rock', la revolución permanente

Acuérdense: hace 20 años, Woodstock. Momento mágico, mito fundador; apoteosis de una cultura rock en plena edad de oro. Recuerden: el rock era el cimiento de toda una generación, su estandarte. El rock encarnaba todos los valores, todas las frustraciones de una juventud en revolución contra un mundo demasiado viejo. Significaba pacifismo, liberación sexual, emancipación de las mujeres, antiracismo. Y algunas veces droga y suicidio. No lo olviden: el rock era una música salvaje, prohibida en el domicilio familiar. Cuántos dramas porque los padres habían tirado la colección de singles del teenager hirsuto que habían resguardado en su seno. Veinte años después, el rock ya no huele a azufre. Como Mayo-68, ha sido recuperado. Ha salido del gueto para ser una parte de la vida. Nunca ha atraído a tanta gente, ni vendido tantos discos. El rock era contracultura y ha creado una civilización. ¿El mismo rock? No, él también ha cambiado. Los rockeros de finales de los sesenta han perdido algunos dientes y mucho mordiente. Los propa gandistas de la jeringuilla caen en la moral de clase medía. Revancha póstuma del gentil McCartney sobre el malo Lennon. Como los vaqueros, es el tronco común de una cultura uni versal. Los teenagers se han con vertido en papá-mamá, y sus críos les hacen redescubrir a Velvet underground. Además, los gigantes de antaño están siempre presentes.1 de julio

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