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Felipones

Manuel Vicent

Mientras muchos tontos con Rolex de oro bailaban sevillanas con cara de falso cabreo, en este país ha ido madurando una generación de jóvenes con cuatro filas de dientes en el paladar y una aleta de tiburón bajo la chaqueta de Yusti. Se llaman felipones. Son esos tipos que han triunfado en la vida con el PSOE revendiendo un chaflán o arreando sartenazos en la bolsa y ahora van por ahí en BMW exhibiendo una chota cuyos muslos le llegan hasta el salpicadero de limoncillo. Pero el sexo no les interesa nada. Aunque usan pijamas con dibujos eróticos y toman píldoras tailandesas, les excita mucho más el índice Dow Jones, los solares del área metropolitana, los eurobonos y el dinero negro. Para ellos, copular significa comprar, y a la hora de acostarse con alguien prefieren hacerlo con un concejal corrupto del grupo mixto. Por eso utilizan un doble fondo en la bragueta para llevar los cheques bancarios que abren el mundo cada mañana. Estos felipones parecen frágiles e incluso dulces, y no obstante te pueden matar y después pedir un zumo de zanahoria. Llevan cuellos de pajarita y hombreras sin guata, siguen el régimen de melocotón con yogur y no fuman, pero se lavan la boca sin quitarse la navaja que lucen entre los dientes.Los felipones se despiertan con las noticias financieras de Japón. Bostezan y se rascan la espalda mirando la nevera abierta llena de bienes; por una autopista colapsada llegan a la ciudad desde la colonia de chalés adosados deglutiendo a las chicas de las vallas; en el despacho ponen un riñón sobre la mesa y el otro lo mandan en prenda directamente a Nueva York. No tienen ninguna clase de ideología, salvo la que expele el becerro de oro, y tal vez votan a los socialistas, aunque no lo confiesan en público. Su filosofía son los objetos. En cada perfume, camisa, bebida, raqueta, coche, crema, viaje, piscina, ordenador, terraza, dejan parte de su existencia. Trabajan hasta la agonía para poseer cosas, y el contacto con ellas les erotiza, pero ante la inminencia de una nueva presa que comprar sólo les crecen los dientes.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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