El voto pintoresco
En Brasil votaron a un mono ¿no?- En el zoo de Río de Janeiro había hace años un hipopótamo muy popular que se llamaba Cacareco. Ocurrió que en unas elecciones sin perspectiva que hubo entonces, Cacareco resultó el ganador absoluto, con muchos votos de diferencia sobre su inmediato seguidor, para el puesto de gobernador del Estado de Guanabara, el de mayor peso político de Brasil. Cacareco, el famoso hipopótamo, no llegó a tomar posesión del cargo para el que había sido elegido, ya que sus votos fueron anulados al no reconocerse oficialmente su candidatura. El repudio de aquel resultado quedó bien patente para los políticos del momento, gobernantes o no, que se sintieron ridiculizados por semejante voto de protesta.
Con este ejemplo no pretendo tratar a José María Ruiz-Mateos de hipopótamo, ya que lo suyo es otra cosa. Tan sólo quiero indicar, sin señalar con el dedo al Gobierno del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), que no es lícito combatir el fraude con el fraude, y que no puede quedar del todo impune una burla pública como fue la reprivatización de Rumasa. Y que, en fin, de aquellos polvos vienen ahora estos lodos- Manoel Riveiro Loureiro. La Coruña.
Aunque no sea muy original, quiero expresar en voz alta mi sentimiento por el hecho de que el señor Ruiz-Mateos y su yerno hayan obtenido escaño en el Parlamento Europeo. Es un sentimiento neto de pesar y de vergüenza, pero de una vergüenza no exactamente ajena, aunque tampoco estrictamente propia, sino intermedia, yo diría que solidaria. Vergüenza como ciudadano de un país que, en proporción mínima pero muy superior a lo razonable, ha votado a semejante persona; de un país que tiene todavía sectores electorales fuertemente reaccionarios, potentes y combativos más allá de lo que creemos, que no están dispuestos a ceder un ápice en defender como sea sus intereses puramente económicos e individuales. Vergüenza también como militante de un partido que apoya al Gobierno en su gestión, un Gobierno que no ha sabido o querido poner con firmeza y de una vez por todas al señor Ruiz-Mateos en su sitio (que sólo es uno, pero de verdad), evitando así sus payasadas, su absoluta falta de comportamientos democráticos y sus derivaciones funestas ahora para todos.
Creo que tal diputado sólo sabrá hacer en Estrasburgo lo que siempre ha hecho: el daño y el ridículo.
Por otra parte, estos sentimientos míos de vergúenza no van en contra de la democracia, pienso, sino al revés. La vergüenza me parece un factor de saneamiento de la convivencia.- Santiago S. Torrado. Madrid.
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